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Todos tenemos un marqués en nuestro interior

Escrito por Liberación 2000. Posteado en El Blog de Carmen

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Quememos, simbólicamente, todo lo malo del año que despedimos para así recibir pacíficamente lo nuevo que nos traerá el 2017.

Bueno, pues ya estamos en el 2017, dejamos atrás otro duro año y nos ilusionamos en que el acaba de comenzar será el definitivo y que conseguiremos todo aquello que deseamos o nos gustaría conseguir.

Pero antes de que mi vida se arregle por este cambio, tengo que despedir, como se merece, al año que acabamos de despedir, y para eso sólo necesito decir que hasta los coj… he terminado de este año. Y que estoy harta de muchas cosas que las voy a escribir aquí y las voy a quemar como en un aquelarre y así conseguir pasar al año nuevo con el alma pacífica y con nuevas vivencias. Y teniendo en cuenta que se me ha quedado grabada una canción que oí ayer en un programa de televisión paso a indicaros las cosas que quiero desprenderme para el futuro y para ello me quito de la educación y de las buenas maneras y sale el ogro que llevo dentro de mí:

  • Me cago en los adelantos tecnológicos, que hacen que mi vida sea más agradable, hasta que alguien decide tocar algo en el momento menos oportuno y durante días interminables nos hace pasar un verdadero infierno. En positivo, me doy cuenta de los grandes profesionales que tiene esta red, la alta dedicación a esta causa y lo orgullosa que me encuentro con mis compañeros. Me explico un poco. Nosotros trabajamos “On time”, es decir, en todo momento se sabe dónde se encuentra nuestro paquete y se conoce la entrega o la incidencia en el momento de producirse. Pues bien, en plena navidades, con record de envíos transportados, a alguien se le ocurre meter una nueva versión que hicieron paralizar todas las pistolas de toda España. ¿Os lo podéis creer? Pues sí, ocurrió. Y nosotros, con la contingencia acuesta, trabajando como si no pasara nada, dando todo en los últimos días del año, y sin que el cliente notara nada de nada, sólo un pequeño fallo en conseguir las imágenes, pero casi todo entregado en tiempo, con un par. Hablando con una persona de este tema y alabando el trabajo realizado, me dice: “que pronto se os ha olvidado el trabajar como antiguamente”, pues sí señor, se nos ha olvidado por varios motivos, primero porque nadie escribe ya como los antiguos escribas, la vida ha avanzado y porque hemos invertido mucho dinero para que todo funcione correctamente y además nuestros clientes son exigentes y quieren la excelencia, y se lo hemos dado, aunque sin la tecnología. Bravo compis y gracias clientes por vuestra comprensión.
  • Me cago en aquellas reuniones familiares donde al que le toca prepararlo es un verdadero infierno. Y claro, como estáis notando me ha tocado a mí, la nochevieja y el año nuevo. Mis recuerdos de estos últimos días han sido, compras, preparación, cocinar, recoger, volver a recoger, cocinar, vuelta a limpiar y así horas y horas. Me pelé las uvas y les quito los pipos para no atragantarme, pero la verdad, es que se me han atragantado igualmente. Aunque te ayuden, no es suficiente. Coloqué en dos mesas todas las cositas que se pudieran necesitar a lo largo de las agradables veladas, y fue pregunta tras pregunta, falta esto, ¿dónde está esto otro? Una y otra vez mi contestación era a tu lado, en la mesa auxiliar o en la mesa de las comidas. Da lo mismo si comes o no comes, todo es para el resto. En fin, un desastre. Con lo bien que está celebrarlo en un hotel con cena, cotillón, requete-cena, y comida al día siguiente y tú a divertirse que para eso son las fiestas.
  • Me cago en el despilfarro de comidas. Es tirar comida tontamente. Compras mucho para que nadie se queje (imposible porque siempre les falta algo), compras y compras cantidad, como si no hubiera un mañana. Comen al final lo de siempre, pero hay que comprar todo una y otra vez. Se abre la tarrina del foie para untar una sola tostada, se deja abierto para que se estropee y yo liada en otros menesteres, cuando me doy cuenta ya no tenía remedio. Estoy acostumbrada a cocinar desde hace tiempo para mí sola y además siempre a régimen y siempre engordando, sea de paso. Pues en esos días hay que cocinar para 14 como mínimo. No sabes ni calcular las cantidades, en las recetas de google viene para 2, para 4 y cómo mucho para 6, pero no para 14, por lo tanto, hay que ir haciendo reglas de 3 para cuadrar las cantidades. No hay ollas suficientes para tanta comida y al final, todo tu esfuerzo, se queda en una porquería, que no está mal de sabor, pero no queda perfecto.
  • En definitiva, me cago en to, porque muchos somos capaces de ir a manifestaciones para revindicar un mejor salario (pero luego apretamos los descuentos), un mejor horario (pero dejamos el trabajo para el final y se lo damos a otras personas mientras que se van a sus casas), que paguen más los ricos (pero en cuanto nos dan la oportunidad cenamos y comemos como si se terminara el mundo) y lo peor de todo me cago en aquellas personas que se apoltronan en una silla para que les hagan todo en la vida y que piensan que los demás, en esos momentos, somos criadas o chachas para todo.

Y que conste que me encantan las navidades, pero como acabo de quemar todo lo que no me gusta escribiendo este texto, voy a tener un 2017 perfecto junto contigo, mis lectores de este blog, que hace que me sirva de terapia.

Feliz 2017

Mi gran vecina Amparo

Escrito por Liberación 2000. Posteado en El Blog de Carmen

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Hoy es un día muy triste para mí, la vecina de la casa de mis padres ha dejado de sufrir y se ha marchado igual que vivió con una gran discreción y paz.

Una vecina de hace 54 años, una vecina de la de antes, de cuando se hacían reuniones familiares en el rellano de la escalera, donde su casa era la mía y su gran cariño estaba siempre cerca.

Su hija mayor es de mi edad, por lo que han sido colegios juntas, amistades y todas las vivencias posibles.

Su hija pequeña es la niña de las dos casas, hoy en día sigue siendo la peque.

Recuerdo a una mujer fuerte, trabajadora y muy cariñosa. Se ha ido sin querer molestar ni hacer sufrir a sus hijas.

Guapa, muy guapa, muy mujerona. Una vida muy dura, sufrió el maltrato de un marido a quien el alcohol le gustaba demasiado y al que luego le pasó factura.

Mi comedor pared de su comedor y tengo en mi memoria esos golpes y luego su cara marcada.

Pero cuando se quedó viuda, con dos niñas, salió adelante. Se puso a limpiar en una residencia y así, poco a poco, empezó a sacar su cabeza del pozo en que se había encontrado.

Hace 10 años ya la operaron del corazón y salió adelante, sus ganas de vivir siempre han sido fuertes. Pero esta segunda vez estaba muy cansada, demasiado para luchar y se durmió y ya no se ha levantado.

La semana pasada coincidimos en la misma planta con las 2 madres ingresadas y estábamos de la 4ª derecha a la 4ª izquierda pasando con una y otra para que estuvieran juntas.

Hicimos un grupo de WhatsApp para estar informados en todo momento de cómo estaban las dos enfermitas.

Las hicimos unas fotos juntas y mi madre la cogía de la mano y la decía “ponte bien que te echamos de menos en casa” y ella asentía con la cabeza con la mirada triste, como diciendo, ya veremos si vuelvo.

Estas son las mujeres fuertes, las grandes luchadoras, sin grandes avances ni grandes privilegios, pero que con su cariño han contribuido a crear buenas personas, porque todos los que hemos estado a su lado hemos aprendido mucho de ella y nos ha hecho más fuertes y mejores.

En estos momentos todo tiene menos importancia y te das cuenta el tiempo que perdemos y que no se recupera, para estar con la gente buena, la gente de verdad y, sobre todo, la gente que te quiere.

Por último, pongo las palabras de despedida de su hija mayor: “Se quería ir con mi padre y lo consiguió, ya está más cerca de él que de nosotras. Nos ha dejado una gran tristeza, pero con la satisfacción de habernos despedido”.

Hoy se ha marchado una parte de mi historia, alguien muy importante y sobre todo una gran señora, esposa y madre.

Vuelva usted mañana

Escrito por Liberación 2000. Posteado en El Blog de Carmen

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Hoy quiero hacer esta entrada dedicada a todas aquellas personas que aún teniendo familiares y amigos, tratan bastante mal al resto de los humanos.

“Gran persona debió de ser el primero que llamó pecado mortal a la pereza”.

Así es como empieza un libro de Mariano José de Larra que además de pertenecer a lo más florido del Romanticismo literario español, era un gran crítico satírico y sus artículos reflejaron perfectamente la España de su época; uno de ellos, de hecho, llega a nuestros días con su significado intacto: “Vuelva usted mañana”.

Se trata de un artículo que estudié durante mis años colegiales, un artículo que me causó un gran impacto y que me despertó una de las carcajadas más sonoras y sin tapujos que he podido hacer en la vida. Y todo era porque encerraba una gran verdad que, aunque empezando a salir de mi cascarón, ya veía que existía.

Cada vez que voy a una institución me viene esta sátira y veo que, aunque las tecnologías nos hacen los trabajos más llevaderos, el ser humano lleva el despotismo del poder en los genes. Porque en realidad es esto lo que ocurre. La supremacía del que tiene el poder en sus manos, frente a los pobres desvalidos, quienes estamos esperando ver una ligera sonrisa en la otra persona. Inútil, no se verá ninguna sonrisa.

Como no quiero alargarme mucho en este tema, que luego mi hija me regaña, voy a intentar a escribir lo más reciente y hacerlo lo más abreviado posible.

Mis padres son mayores, más de 86 años en sus espaldas y gracias a Dios tienen a sus hijas que les llevan a un médico y a otro. Como he comentado en varias ocasiones, mi padre además de mayor es ciego, por lo tanto, no puede leer los 5000 papeles que hay en todas las paredes. Y además, por la edad que tiene, es sordo igual que mi madre.

Están sanos, con achaques, pero con mi madre hemos ido de un médico a otro, desde hace años.

Un dato destacable para entender el contexto de lo sucedido: se están informatizando los historiales clínicos en toda la comunidad de Madrid, salvo en el hospital que a mí me toca, lugar donde se desarrolla esta historia. Como hemos pasado por tantos médicos, citas, pruebas, etc., es difícil retener en la memoria todo lo que en un momento dado se les ocurre preguntar. Pero empecemos por el principio, todo comienza en un día como ayer; bueno, exactamente ayer, a las 9 a.m.

Mi madre empieza a pedir perdón al taxista porque tarda en subir al coche. Yo le digo a mi madre “no te preocupes, seguro que también tiene madre y todos tenemos que llegar a tú edad, esperemos”. Hago que el ceño del taxista se relaje y dentro de mí pienso ¿por qué se enfadará? Cuanto más lenta vaya mi madre, el contador sigue su camino. Pero me imagino que es la impaciencia.

Llegamos al Hospital, queremos ir a la planta 5 Centro. Tengo que decir que este hospital es tan grande que para ir a las salas hay que seguir muchas veces líneas de colores en el suelo (ya lo he comentado en otras ocasiones creo), pero como no se está haciendo mantenimiento, las líneas van desapareciendo.

Como yo poco a poco, también voy cumpliendo años, hago una parada para ir al servicio. Busco uno que ya sé yo que están muy bien porque son menos conocidos. Mi gozo en un pozo, sucio era poco y además sin papel. Las mujeres entenderán lo que significa que no haya papel. ¿Recordáis que estamos a las 9 a.m.? No lo olvidéis.

Queremos subir a la quinta planta. El hospital tiene ascensores en todos los pasillos y pasillos cada 10 centímetros (que no me he equivocado, centímetros, porque hay muchos). Imposible, los ascensores primero no se sabe si suben o bajan; segundo, pasa el tiempo y no se abre ninguna puerta.

Buscamos otros, ¡será por ascensores! Nada, tampoco. No puedo subir por las escaleras con mi madre, si justamente vamos al médico porque le duele una pierna.

Paciencia, insistimos. Para un ascensor, lleno, como el metro en hora punta. Nos empujamos, entramos, pulsamos la planta, no se mueve el ascensor, una señora al final decide salirse porque le estaba dando de todo, se le deja salir, se cierran las puertas, por f… ¡Noooo! Se han borrado los botones del ascensor, nos bajan a los sótanos, volvemos a subir, bien, lo conseguimos, vamos parando piso por piso, bien, ya sólo queda uno… ¡¡¡Noooooo!!! Se borran otra vez los botones y nos vamos a la planta 11. Bueno, ya bajaremos, no pasa nada. Otra vez uno por uno. El de atrás quiere salir, “venga señora salga que me bajo en esta”, vale tranquilo que para que mi madre arranque a mover una pierna tiene que pasar un tiempo hasta que las bisagras funcionen. Planta 6ª, por Dios, no se ve si es la 6ª o cuál, no se ilumina. No sabemos si subimos o si bajamos, por fin, se ilumina la 5ª, cojo a mi madre de la mano y a tirar de ella, que hay que salir antes de que se cierren las puertas, porque hay una señora que se dedicaba a dar el botón de cerrar puertas y la grito, pare que me la como, que es nuestra planta.

Que alegría, estamos en la planta 5 centro. Ahora a buscar reumatología. Un pasillo, no, equivocación. Otro pasillo, parece que sí. Por los pasillos nos vamos encontrando a varias personas mirando lo mismo. Carteles de dejar los volantes en las ventanillas, ventanillas cerradas, aparece una persona, en el quicio de la puerta nos cuenta algo que pasa con las ventanillas pero que ella nos apunta, decimos nombre, y a la sala de espera a esperar, que es lo que hacemos, puesto que no se cumple las citas y eso que estábamos todos. Con retraso nos toca.

La doctora, sin mirarnos la cara, empieza a hacer preguntas; me ha pillado, no me he estudiado bien la lección, no me acuerdo de cuándo empezó a tomar uno de los 20 medicamentos que toma mi madre.La doctora me mira como pensando “pues vaya hija”. Me pregunta ¿Quién se lo mando? Pues no lo sé, pero si es para los huesos, digo yo que el médico de los huesos. ¡Yo no he sido!

Más preguntas, hasta que al final le digo a la doctora ¿pero no está todo en el ordenador? Pues claro, se pone a mirar su expediente y sale todos los médicos, pruebas, visitas, etc., tanto en atención primaria como hospitalaria. Descanso, se acabaron las preguntas. Ahora toca revisión, le habla a mi madre, sorda también, yo le traduzco. Empieza la exploración ¿duele? Sí claro, los gritos que están saliendo de la garganta de mi madre son eso, gritos y no risas. Y mi madre, viendo la cara de limón que estaba poniendo la doctora, vuelve a disculparse y yo ya enfadada le digo a mi madre “tranquila, ella también tiene madre”. Frase milagrosa, nos relajamos todos. Empieza a rellenar papeles, me dice, “lleve estos papeles a secretaría y le dirán dónde tiene que seguir yendo”. Dos pautas más y se acabó. ¿Dónde está secretaría? ¿No es dónde hemos empezado? No, en la otra punta del pasillo. Ahí vamos, mi madre arrastrando la pierna y yo.

¿Se puede pasar? Si, espere a que termine una cosa. No hay problema, termina con tu WhatsApp y luego ya vamos nosotros. En la secretaría me dicen “Esto para la planta 0 centro, esto para la -2 y ahora te doy cita para resultados el 1 de Junio”. Pues nada, nos vamos para seguir por las plantas del hospital. Mientras que espero al ascensor, apunto la fecha en mi móvil y ¡horror! Ese día tiene mi madre otro médico. Me cojo a mi madre y vuelta por los pasillos, pero como nos habíamos movido mucho porque estábamos buscando el ascensor que funciona, me pierdo, sí señores, me pierdo, pasillo para arriba, pasillo para abajo. Mi orientación ya no me funciona. Consigo localizarlas y les pido, muy humildemente que me cambien de fecha, lo hacen y haciendo reverencias salgo de la secretaría.

Nos vamos a la planta cero (no voy a insistir con los de los ascensores), para que nos den hora para unas pruebas. Cógete el número y espera. Muchas mesas y 2 personas nada más, uno se queja, una empleada le da la razón y la otra se enfada con su compañera por darle la razón. Los números no corren porque ellas están discutiendo. Entra una amiguita, sigue sin correr los números. Al final me toca, me da fecha.

Cógete a tu madre y vete a la -2. Como los ascensores nada de nada, le digo a mi madre, ¿te atreves y lo hacemos por la escalera? Pobre, no sólo se atreve, sino que lo sufre. Allá que nos vamos. Cogemos otro número y a esperar. 10 mesas, 4 personas. Miran su whatsaap, hablo con sus compañeros, las batas blancas les toca siempre una mesa, y se van a desayunar que les toca. Después de estar más de una hora y media sentadas en unas sillas de madera, me toca, bien, bien, ya nos vamos mami.

Me dan el resto de las citas y me dice, tiene que subir a la cero para darle el tubo de la prueba. Me paso de lista: “no, no hace falta, sé cómo funciona”. No, vaya, total ya está aquí que además le dirán cómo lo tiene que hacer.

Me cojo a mi madre, hay escaleras mecánicas. Las únicas que hay en todo el hospital. Allá que vamos, pero me despisto y mi madre pisa entre los dos escalones, la sujeto, nos balanceamos, pero consigo que no nos caigamos. Mamá, necesitas revisión con el oculista, otra más para la mochila.

Vamos a la cero otra vez, la dejo sentada y me voy a coger el tubito. Pero había solo una persona atendiendo y había perdido los análisis de los que estaban primero y de ahí no se movían hasta que solucionaran el problema. Media hora más tarde sale otra persona, diciendo que, aunque no era la encargada, que podía dar los tubos de muestra. El que estaba delante de mí, da los papeles, y dice, lo siento, estos no, yo sólo los de 24 horas. ¡¡Bingo!! Yo era esa, me da el bote y “las indicaciones” no las hay, nada de nada. Tiempo perdido.

Por cierto, vuelvo al servicio tres horas más tarde y seguía sucio, bueno más sucio y sin papel.

Yo misma estaba ya saturada, hospital para arriba, hospital para abajo, pasillo para la derecha, pasillo para la izquierda. Leer, leer y leer.

¿Alguien se puede poner en el pellejo de las personas mayores o incluso con dificultades de movilidad?

No quiero alargarme, pero creo que como muchas personas han pasado por lo que yo estoy contando, no hace falta dar menos explicaciones.

Y lo único que pido es más humanidad en el trabajo, y que menos pensar en los sillones, ministerios, acuerdos, pactos o lo que sea, y más dedicarnos a gastar el dinero de todos los contribuyentes en el beneficio del pueblo.

Del pueblo y no de los políticos y/o responsables que se aprovechan de su situación privilegiada para llenarse los bolsillos del dinero de todos los españoles.

¡Basta ya! Trabajen para mejorar nuestras vidas, no para amargarnos la existencia.

Y nevó en Madrid

Escrito por Liberación 2000. Posteado en El Blog de Carmen

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Ya hemos puesto por escrito o en el pensamiento todas aquellas buenas intenciones que vamos a conseguir para el 2014. Casi no han pasado ni 15 días y ya parece que los buenos propósitos vuelven a cambiar según las nuevas necesidades que hacen que cambien las prioridades. El problema viene cuando los cambios se producen porque a las personas a las que has confiado una obra u otro tema no cumplen con lo que prometen. Llevo ya un tiempo que estoy diciendo en voz alta palabras que no me gusta repetir pero que por desgracia es la realidad en la situación actual. Parece que hay un grupo de “profesionales” (entre comillas) que no les importa cobrar una buena cantidad de dinero por hacer alguna reparación y/o obra, pero que no cumplen con las expectativas puestas o con el precio cobrado, y al final te intentan dejar como que la idiota eres tú. La frase que digo es que aun estando en el siglo XXI, estamos en un país de “ñapas” y de machistas, porque al día de hoy les cuesta dirigirse a una mujer para explicar temas técnicos que en realidad al final lo que quieren es liar la realidad. Pero de este tema creo que haría falta un escrito mucho más largo y una entrada única del blog, pero me da pena ver como se cobran unas cantidades exorbitantes de dinero en las obras pero que luego tienes que seguir haciendo más obras por las chapuzas que se hacen. ¿Y no os pasa a vosotros que llamas a un electricista, o fontanero u otro gremio y siempre os dicen que lo que ha hecho el anterior lo ha hecho mal? Pero es que lo malo es que lo arregla, se vuelve a estropear y el siguiente que viene te dice lo mismo. Es desesperante, pero como digo, haré una entrada del blog muy extensa de nuestras vivencias con respecto a las obras.

Hoy quería hablar de la nieve. Durante éstos días hemos estado oyendo la ola de frío que había en Norte América. Es impresionante, sólo el decir las temperaturas a las que estaban y ya te entraba un escalofrío por la espalda. La ropa se congelaba a los cinco minutos de estar al aire libre, el agua caía en forma de nieve antes de llegar al suelo cuando se hacía el experimento de tirarla en la calle ¡agua vaaa! y terminabas casi con un pedrusco en la cabeza.

Y con todo me ha hecho recordar algunas nevadas aquí. Madrid es una ciudad que nieva poco, muy poco. Cuando yo era pequeña recuerdo más nevadas y ver desde la ventana de mi casa como las personas intentaban caminar aunque algunas no lo conseguían y terminaban con los huesos en el suelo. Eso suponía luego alguna pierna o brazo roto.

Pero luego se ven pocas veces nevar y sobre todo que cuaje, porque agua nieve si lo hemos visto, pero que dure la nieve lo suficiente es lo raro.

Si es verdad que normalmente en febrero es más fácil que se tenga más frio y podamos ver algo de nieve, pero es difícil. Aquí no estamos preparados para esas temperaturas y sobre todo para conducir como ellos lo hacen.

Voy a contar la historia que me ocurrió sobre el 2009 y un día que nevó en Madrid.

No me acuerdo si en los telediarios del día anterior estaban anunciando que nevaría en Madrid capital, porque en la Sierra siempre hay nieve, pero otra cosa diferente es en las cotas bajas. En otra entrada hablaré de lo bonito que es Madrid y sus sierras y pueblos, pero ahora hablemos de ese día en concreto.

Mi hija, que salía antes que yo de casa, me avisó que estaba nevando y que mejor me quedara en casa, pero yo dentro de mi cabezonería típica pensé que tampoco podría ser tanto y ni corta ni perezosa salí con mi coche a intentar llegar a San Sebastián de los Reyes. La salida que utilizo para llegar al trabajo es la salida 18, esto significa que está a 18 kilómetros de la puerta del sol (más o menos), pero teniendo en cuenta que yo vivo en la zona norte de Madrid, significa que estoy mucho más cerca, sin atascos tardo 15 minutos en el recorrido, con los atascos típicos de Madrid, podemos tardar horas.

Pues salgo a coger mi coche y veo que está nevando, pero pienso que como siempre, no iba a cuajar. Despacito y buena letra vamos conduciendo, cada vez la nieve se hace más espesa, pero me queda poco para llegar y esto está chupado. En otras ocasiones había hecho patinaje artístico con el coche, pero esta vez no había hielo, era nieve en polvo, como dicen cuando dan el estado de las pistas de nieves. Había dejado de fumar ese día, muy mal día para dejar de fumar, era el número 5820 de intentos de dejar de fumar o a lo mejor era más, pero me había levantado pensando que el propósito de ése año era dejar de fumar y ahí estaba, sentada en mi coche, yendo despacito porque la nieve era cada vez más espesa. Quito la música y empiezo a escuchar la radio para saber las noticias que estaban dando. Las máquinas quitanieves estaban atascadas y no podían avanzar por los coches y que no se saliera de casa. Bien, yo estaba a penas 5 kilómetros de mi trabajo, no puede ser malo. Dan las noticias de que muchos conductores están dejando en la cubeta de las carreteras los coches, por imposibilidad de continuar el camino. Que exagerados, total mientras que tenga mi radio, mi calefacción y despacito vayamos andando, no puede ser tan malo. De repente, a la altura de Alcobendas nos paramos, ya no andamos ni mucho ni poco, nada de nada. Bueno, no pasa nada, estoy cerca y no puede ser tan grave el tema. Cada vez nieva más y va pasando el tiempo, los minutos, las horas y sigo en el mismo sitio. Miro y veo que la gente deja tirado el coche y se van, empiezan a andar. Algunos lo dejan en un lado, pero otros en mitad de la carretera, cansados y/o hartos, y yo pienso, que no me pase con ninguno que se encuentran delante porque a ver como consigo girar el coche, hay que tener en cuenta que todo el tiempo que estamos parados, sigue nevando, por lo tanto, nos empieza a rodear la nieve por las ruedas, a la hora de volver a movernos, tenemos unos bultos alrededor de las ruedas que hace que sea más difícil.

Y yo sin fumar, la gente empieza a salir de sus coches para ir de uno a otros pidiendo tabaco. Pienso, no es mala idea, pero se me adelantan y el que está justamente delante de mí le acaban de pedir varias personas y ha dado varios cigarrillos. Me da vergüenza pedirle más y ahí estoy aguantando sin fumar. Recibo llamadas de todo el mundo porque están preocupados por mí, y yo esperando que se desbloqueen los quitanieves y se consiga pasar. En la radio se oía que una de las peores carreteras era la de Burgos, la mía, pero a mí me quedaba pocos metros para conseguir salir de éste atasco. Tampoco se estaba echando la sal pertinente, todo eran discusiones entre los políticos echándose las culpas unos a los otros, pero nosotros atascados y ya llevaba más de 3 horas. Los helicópteros estaban encima de nuestras cabezas, no si al final nos van a tener que sacar a través de ellos. Pero no, no eran de auxilio, eran de las televisiones para grabarnos, me llaman, me están viendo en la televisión, yo a esas alturas estoy como para televisiones ni noticias, me duele el culo de estar tantas horas sentada y quiero un cigarrillo. El cuerpo empieza a hacer estragos, tengo hambre, no he cogido nada para comer de casa, tengo sed, me da ganas de chupar la nieve, pero está pisoteada, y ahora tengo una necesidad fisiológica, quiero “mear”, cada vez las ganas son mayores y empiezo a sudar, pero no de calor, sino de impotencia, no sé cómo me las voy a apañar en esos momentos. En esto que miro con mayor precisión a mi alrededor y veo a muchos conductores hombres saliendo de sus coches, sacando su aparato urinario y mear delante de mis narices. ¡Qué fuerte! yo aguantándome, cruzando las piernas, y ellos ahí, en cualquier sitio y sin ningún pudor, ¡por lo menos abre la puerta y ponte detrás! Digo a uno de ellos que es el que está más cerca de mí. Estoy sin fumar, sin comer, sin beber, a 5 metros de mi salida y que no hay ningún coche atascado, con ganas yo también de “hacer aguas menores o mayores” según vayan pasando las horas y encima de todo esto, tengo que ver el “órgano” a unos hombres que por cierto, no eran espectaculares, debía de ser por el frío.

El tiempo pasa y yo cada vez  veo más cerca la salida, consigo subir la cuesta sin irme para atrás con el coche, los nervios los tengo a flor de pie. Sigo contestando a las llamadas, estoy bien, no he tenido que dejar el coche, pero prepararme unos cigarros y un buen café.

Una vez que consigo salir del atasco, llevo más o menos unas cuatro horas para 2 kilómetros, decido, ahora sí, dejarlo aparcado y seguir andando por la nieve. Gracias a Dios, no soy tan tonta y ese día llevo unas botas camperas sin tacones. Aparco y pienso no puede ser esto tan difícil y llegaré antes andando. La primera calle es de bajada, todo va bien, salvo que la nieve me llega a la altura de la rodilla. Una nieve preciosa, sin pisar, yo era la única descabezada que estaba por ahí pisando la nieve, una gozada, pero muy duro, tenía que hacer mucha fuerza para sacar las piernas y dar unos pasos. Llego al final de la calle y ahora venía lo más difícil, tenía que torcer y subir por la mía, una gran calle recta pero de subida, con una buena cuesta. Poco a poco, empiezo a subir. No levanto la cabeza, siempre mirando para arriba. Oigo voces de ánimo y de risas, miro, ya estoy llegando a la nave, pero las voces son de mis chicos, ellos después de las risas vienen la seriedad “pero si es la jefa”, salen a ayudarme un poco, porque tampoco pueden mucho, salir de la nave es una pista de patinaje.

Lo he conseguido, con las piernas temblando, con frío y con el resto que llevaba, conseguí sentarme en mi silla y relajarme.

Los políticos seguían discutiendo entre ellos, llegan las maquinas quita nieves, echan sal y sale el sol, y se acabó los problemas.

Hubo gente que no pudieron llegar al trabajo y que tardaron un poco más en salir de esos atascos.

También tengo en el recuerdo una de las llamadas recibidas. Un cliente estaba llamando a la oficina, estaba atascado en la misma carretera que yo, pero en el lado contrario, yo dirección a Burgos y ella dirección a Madrid. Pero estábamos en la misma situación. Nos estaba llamando porque como ella no podía salir del atasco nos estaba mandando a nosotros que hiciéramos lo que ella no podía. Claramente le dijimos que nosotros tampoco podíamos salir, primero porque era imposible mover ningún coche y menos una furgoneta o furgón, y por otro lado, porque no quería que nadie se jugara la vida saliendo con el coche hasta que el tiempo no mejorara. Dicha cliente no lo entendía y estaba empeñada que lo teníamos que hacer. No había manera de hacerla entender que era imposible y que además no disponíamos de helicópteros. La verdad es que algunas veces me deja asombrada hasta dónde llega la insensibilidad de las personas, consciente de que era imposible no solo para ella sino para el resto de los humanos, estaba utilizando su posición de cliente y de buena cliente para conseguir sus objetivos y además con gritos y malas palabras. Yo creo que algunas veces las personas nos utilizan como terapeutas para pagar con nosotros todos aquellos complejos o inseguridades que tienen ellos mismos o en sus propios trabajos. Es típico ver personas que en sus trabajos están bastantes castigadas y que para no verse tan pequeñitos lo pagan con nosotros a base de gritos y malas contestaciones, pero nosotros podemos con eso y con mucho más. Como puse en otra entrada del blog, al final, si llegan a escucharte se dan cuenta de la barbaridad que pueden decir.

En algunas ocasiones están las televisiones hablando de algo que ha pasado en alguna parte de España, terremotos, nieves, lluvias, ríos, etc., y te llaman diciendo que dónde está el envío, pues está bien custodiado, hemos tenido suerte, ¿pero se va a entregar? pues si cogemos una zodia y salimos rápidamente a entregar, o saltamos entre los escombros para entregar el envío en un edificio que está caído, eso sí, podemos dejar el aviso en alguna piedra que haya sobrevivido. No son muchos los casos de éste tipo que se nos da, normalmente la gente tiene conocimiento de lo que pasa en España y ante tragedias así saben reaccionar con lógica, pero hay personas que no tienen ninguna sensibilidad y te lo sueltan, pero nosotros, hemos podido con todo y con mucho más.

La moraleja de ésta historia, es que no te hagas la valiente y sal de tu casa siempre, desayunado, meado, fumado (esto suena un poco mal) y lo que necesites, que sabes cuando sales pero nunca sabes cuándo puedes llegar a tú destino, eso sí, siempre llega adonde tengas que llegar, que más vale perder un minuto de tú vida que la vida en un minuto.

Y como consejo a aquellos hombres que aunque la naturaleza les ha dado un miembro que lo puede sacar a pasear en cualquier sitio y en cualquier momento, un poco de pudor no les vendría mal, que los demás, a ciertas horas y de desconocidos, no tenemos ganas de ver intimidades viriles.

Menos mal que en el centro de Madrid, nieva poco.

Carmen Ruiz Atienza