Y nevó en Madrid
Ya hemos puesto por escrito o en el pensamiento todas aquellas buenas intenciones que vamos a conseguir para el 2014. Casi no han pasado ni 15 días y ya parece que los buenos propósitos vuelven a cambiar según las nuevas necesidades que hacen que cambien las prioridades. El problema viene cuando los cambios se producen porque a las personas a las que has confiado una obra u otro tema no cumplen con lo que prometen. Llevo ya un tiempo que estoy diciendo en voz alta palabras que no me gusta repetir pero que por desgracia es la realidad en la situación actual. Parece que hay un grupo de “profesionales” (entre comillas) que no les importa cobrar una buena cantidad de dinero por hacer alguna reparación y/o obra, pero que no cumplen con las expectativas puestas o con el precio cobrado, y al final te intentan dejar como que la idiota eres tú. La frase que digo es que aun estando en el siglo XXI, estamos en un país de “ñapas” y de machistas, porque al día de hoy les cuesta dirigirse a una mujer para explicar temas técnicos que en realidad al final lo que quieren es liar la realidad. Pero de este tema creo que haría falta un escrito mucho más largo y una entrada única del blog, pero me da pena ver como se cobran unas cantidades exorbitantes de dinero en las obras pero que luego tienes que seguir haciendo más obras por las chapuzas que se hacen. ¿Y no os pasa a vosotros que llamas a un electricista, o fontanero u otro gremio y siempre os dicen que lo que ha hecho el anterior lo ha hecho mal? Pero es que lo malo es que lo arregla, se vuelve a estropear y el siguiente que viene te dice lo mismo. Es desesperante, pero como digo, haré una entrada del blog muy extensa de nuestras vivencias con respecto a las obras.
Hoy quería hablar de la nieve. Durante éstos días hemos estado oyendo la ola de frío que había en Norte América. Es impresionante, sólo el decir las temperaturas a las que estaban y ya te entraba un escalofrío por la espalda. La ropa se congelaba a los cinco minutos de estar al aire libre, el agua caía en forma de nieve antes de llegar al suelo cuando se hacía el experimento de tirarla en la calle ¡agua vaaa! y terminabas casi con un pedrusco en la cabeza.
Y con todo me ha hecho recordar algunas nevadas aquí. Madrid es una ciudad que nieva poco, muy poco. Cuando yo era pequeña recuerdo más nevadas y ver desde la ventana de mi casa como las personas intentaban caminar aunque algunas no lo conseguían y terminaban con los huesos en el suelo. Eso suponía luego alguna pierna o brazo roto.
Pero luego se ven pocas veces nevar y sobre todo que cuaje, porque agua nieve si lo hemos visto, pero que dure la nieve lo suficiente es lo raro.
Si es verdad que normalmente en febrero es más fácil que se tenga más frio y podamos ver algo de nieve, pero es difícil. Aquí no estamos preparados para esas temperaturas y sobre todo para conducir como ellos lo hacen.
Voy a contar la historia que me ocurrió sobre el 2009 y un día que nevó en Madrid.
No me acuerdo si en los telediarios del día anterior estaban anunciando que nevaría en Madrid capital, porque en la Sierra siempre hay nieve, pero otra cosa diferente es en las cotas bajas. En otra entrada hablaré de lo bonito que es Madrid y sus sierras y pueblos, pero ahora hablemos de ese día en concreto.
Mi hija, que salía antes que yo de casa, me avisó que estaba nevando y que mejor me quedara en casa, pero yo dentro de mi cabezonería típica pensé que tampoco podría ser tanto y ni corta ni perezosa salí con mi coche a intentar llegar a San Sebastián de los Reyes. La salida que utilizo para llegar al trabajo es la salida 18, esto significa que está a 18 kilómetros de la puerta del sol (más o menos), pero teniendo en cuenta que yo vivo en la zona norte de Madrid, significa que estoy mucho más cerca, sin atascos tardo 15 minutos en el recorrido, con los atascos típicos de Madrid, podemos tardar horas.
Pues salgo a coger mi coche y veo que está nevando, pero pienso que como siempre, no iba a cuajar. Despacito y buena letra vamos conduciendo, cada vez la nieve se hace más espesa, pero me queda poco para llegar y esto está chupado. En otras ocasiones había hecho patinaje artístico con el coche, pero esta vez no había hielo, era nieve en polvo, como dicen cuando dan el estado de las pistas de nieves. Había dejado de fumar ese día, muy mal día para dejar de fumar, era el número 5820 de intentos de dejar de fumar o a lo mejor era más, pero me había levantado pensando que el propósito de ése año era dejar de fumar y ahí estaba, sentada en mi coche, yendo despacito porque la nieve era cada vez más espesa. Quito la música y empiezo a escuchar la radio para saber las noticias que estaban dando. Las máquinas quitanieves estaban atascadas y no podían avanzar por los coches y que no se saliera de casa. Bien, yo estaba a penas 5 kilómetros de mi trabajo, no puede ser malo. Dan las noticias de que muchos conductores están dejando en la cubeta de las carreteras los coches, por imposibilidad de continuar el camino. Que exagerados, total mientras que tenga mi radio, mi calefacción y despacito vayamos andando, no puede ser tan malo. De repente, a la altura de Alcobendas nos paramos, ya no andamos ni mucho ni poco, nada de nada. Bueno, no pasa nada, estoy cerca y no puede ser tan grave el tema. Cada vez nieva más y va pasando el tiempo, los minutos, las horas y sigo en el mismo sitio. Miro y veo que la gente deja tirado el coche y se van, empiezan a andar. Algunos lo dejan en un lado, pero otros en mitad de la carretera, cansados y/o hartos, y yo pienso, que no me pase con ninguno que se encuentran delante porque a ver como consigo girar el coche, hay que tener en cuenta que todo el tiempo que estamos parados, sigue nevando, por lo tanto, nos empieza a rodear la nieve por las ruedas, a la hora de volver a movernos, tenemos unos bultos alrededor de las ruedas que hace que sea más difícil.
Y yo sin fumar, la gente empieza a salir de sus coches para ir de uno a otros pidiendo tabaco. Pienso, no es mala idea, pero se me adelantan y el que está justamente delante de mí le acaban de pedir varias personas y ha dado varios cigarrillos. Me da vergüenza pedirle más y ahí estoy aguantando sin fumar. Recibo llamadas de todo el mundo porque están preocupados por mí, y yo esperando que se desbloqueen los quitanieves y se consiga pasar. En la radio se oía que una de las peores carreteras era la de Burgos, la mía, pero a mí me quedaba pocos metros para conseguir salir de éste atasco. Tampoco se estaba echando la sal pertinente, todo eran discusiones entre los políticos echándose las culpas unos a los otros, pero nosotros atascados y ya llevaba más de 3 horas. Los helicópteros estaban encima de nuestras cabezas, no si al final nos van a tener que sacar a través de ellos. Pero no, no eran de auxilio, eran de las televisiones para grabarnos, me llaman, me están viendo en la televisión, yo a esas alturas estoy como para televisiones ni noticias, me duele el culo de estar tantas horas sentada y quiero un cigarrillo. El cuerpo empieza a hacer estragos, tengo hambre, no he cogido nada para comer de casa, tengo sed, me da ganas de chupar la nieve, pero está pisoteada, y ahora tengo una necesidad fisiológica, quiero “mear”, cada vez las ganas son mayores y empiezo a sudar, pero no de calor, sino de impotencia, no sé cómo me las voy a apañar en esos momentos. En esto que miro con mayor precisión a mi alrededor y veo a muchos conductores hombres saliendo de sus coches, sacando su aparato urinario y mear delante de mis narices. ¡Qué fuerte! yo aguantándome, cruzando las piernas, y ellos ahí, en cualquier sitio y sin ningún pudor, ¡por lo menos abre la puerta y ponte detrás! Digo a uno de ellos que es el que está más cerca de mí. Estoy sin fumar, sin comer, sin beber, a 5 metros de mi salida y que no hay ningún coche atascado, con ganas yo también de “hacer aguas menores o mayores” según vayan pasando las horas y encima de todo esto, tengo que ver el “órgano” a unos hombres que por cierto, no eran espectaculares, debía de ser por el frío.
El tiempo pasa y yo cada vez veo más cerca la salida, consigo subir la cuesta sin irme para atrás con el coche, los nervios los tengo a flor de pie. Sigo contestando a las llamadas, estoy bien, no he tenido que dejar el coche, pero prepararme unos cigarros y un buen café.
Una vez que consigo salir del atasco, llevo más o menos unas cuatro horas para 2 kilómetros, decido, ahora sí, dejarlo aparcado y seguir andando por la nieve. Gracias a Dios, no soy tan tonta y ese día llevo unas botas camperas sin tacones. Aparco y pienso no puede ser esto tan difícil y llegaré antes andando. La primera calle es de bajada, todo va bien, salvo que la nieve me llega a la altura de la rodilla. Una nieve preciosa, sin pisar, yo era la única descabezada que estaba por ahí pisando la nieve, una gozada, pero muy duro, tenía que hacer mucha fuerza para sacar las piernas y dar unos pasos. Llego al final de la calle y ahora venía lo más difícil, tenía que torcer y subir por la mía, una gran calle recta pero de subida, con una buena cuesta. Poco a poco, empiezo a subir. No levanto la cabeza, siempre mirando para arriba. Oigo voces de ánimo y de risas, miro, ya estoy llegando a la nave, pero las voces son de mis chicos, ellos después de las risas vienen la seriedad “pero si es la jefa”, salen a ayudarme un poco, porque tampoco pueden mucho, salir de la nave es una pista de patinaje.
Lo he conseguido, con las piernas temblando, con frío y con el resto que llevaba, conseguí sentarme en mi silla y relajarme.
Los políticos seguían discutiendo entre ellos, llegan las maquinas quita nieves, echan sal y sale el sol, y se acabó los problemas.
Hubo gente que no pudieron llegar al trabajo y que tardaron un poco más en salir de esos atascos.
También tengo en el recuerdo una de las llamadas recibidas. Un cliente estaba llamando a la oficina, estaba atascado en la misma carretera que yo, pero en el lado contrario, yo dirección a Burgos y ella dirección a Madrid. Pero estábamos en la misma situación. Nos estaba llamando porque como ella no podía salir del atasco nos estaba mandando a nosotros que hiciéramos lo que ella no podía. Claramente le dijimos que nosotros tampoco podíamos salir, primero porque era imposible mover ningún coche y menos una furgoneta o furgón, y por otro lado, porque no quería que nadie se jugara la vida saliendo con el coche hasta que el tiempo no mejorara. Dicha cliente no lo entendía y estaba empeñada que lo teníamos que hacer. No había manera de hacerla entender que era imposible y que además no disponíamos de helicópteros. La verdad es que algunas veces me deja asombrada hasta dónde llega la insensibilidad de las personas, consciente de que era imposible no solo para ella sino para el resto de los humanos, estaba utilizando su posición de cliente y de buena cliente para conseguir sus objetivos y además con gritos y malas palabras. Yo creo que algunas veces las personas nos utilizan como terapeutas para pagar con nosotros todos aquellos complejos o inseguridades que tienen ellos mismos o en sus propios trabajos. Es típico ver personas que en sus trabajos están bastantes castigadas y que para no verse tan pequeñitos lo pagan con nosotros a base de gritos y malas contestaciones, pero nosotros podemos con eso y con mucho más. Como puse en otra entrada del blog, al final, si llegan a escucharte se dan cuenta de la barbaridad que pueden decir.
En algunas ocasiones están las televisiones hablando de algo que ha pasado en alguna parte de España, terremotos, nieves, lluvias, ríos, etc., y te llaman diciendo que dónde está el envío, pues está bien custodiado, hemos tenido suerte, ¿pero se va a entregar? pues si cogemos una zodia y salimos rápidamente a entregar, o saltamos entre los escombros para entregar el envío en un edificio que está caído, eso sí, podemos dejar el aviso en alguna piedra que haya sobrevivido. No son muchos los casos de éste tipo que se nos da, normalmente la gente tiene conocimiento de lo que pasa en España y ante tragedias así saben reaccionar con lógica, pero hay personas que no tienen ninguna sensibilidad y te lo sueltan, pero nosotros, hemos podido con todo y con mucho más.
La moraleja de ésta historia, es que no te hagas la valiente y sal de tu casa siempre, desayunado, meado, fumado (esto suena un poco mal) y lo que necesites, que sabes cuando sales pero nunca sabes cuándo puedes llegar a tú destino, eso sí, siempre llega adonde tengas que llegar, que más vale perder un minuto de tú vida que la vida en un minuto.
Y como consejo a aquellos hombres que aunque la naturaleza les ha dado un miembro que lo puede sacar a pasear en cualquier sitio y en cualquier momento, un poco de pudor no les vendría mal, que los demás, a ciertas horas y de desconocidos, no tenemos ganas de ver intimidades viriles.
Menos mal que en el centro de Madrid, nieva poco.
Carmen Ruiz Atienza