Ya ha llegado el día en que a mi hija, después de vivir la maravillosa experiencia de ser madre, le toca volver a la rutina del trabajo.
Durante el embarazo eres una mujer a una tripa pegada y, durante los primeros meses de vida de tu retoño, eres una mujer a un bebé pegado. Respiras, duermes, comes y vives cuando tu mini-Yo te deja.
A partir de ahora serás una mujer a una hija pegada y hasta que llegue cierto momento -que no quiero nombrar-, ya no habrá lazo tan fuerte como el de una madre con una hija.
Pero se empieza a trabajar y ahora ¿qué se hace con los hijos?
Bastante polémica ha habido con las últimas imágenes de madres o madre llevándose a los hijos a su puesto de trabajo, sin aprovecharse de la gran ventaja de tener una guardería en el mismo sitio donde pasas largas horas de la jornada. Y no quiero hablar más de este tema, porque para mí fue un duro golpe debido al gran sufrimiento que me produjo ese momento y los malabarismos que tuve que hacer para que yo pudiera trabajar y al mismo tiempo mi hija estuviera cuidada.
¿Por qué se podía hacer si no tenías a ningún familiar ni dinero para que se quedara con tu hija? ¿Qué se puede hacer si tienes necesidad de seguir trabajando? ¿Merece la pena tanto sufrimiento? Porque no sólo estamos hablando de dinero, sino también de desarrollo de la mujer.
¿No es el motivo principal o uno de ellos por lo que las mujeres se quedan embarazadas cada vez más tarde?
Hace años se decía que la mili partía por la mitad al hombre o en su vida laboral o en su vida de estudiantes. Tenía que cortar para hacer la mili o pedir una prórroga. Esto ya no existe. Pero ¿y la mujer y la llamada de la maternidad? Pues estamos en el mismo caso, o lo prorrogas hasta que tienes una edad que ya no puedes seguir ampliándolo o cortas tu vida y te lanzas a ello.
Y la guardería no es lo peor, ¿qué hacemos en la edad escolar con tantas vacaciones? ¿Cómo los repartimos? Un mes con papi, otro con mami, el resto con los abuelos, un campamento rural, otro urbano… Locos, se termina locos para cuadrar tantas festividades y horarios. Te faltan familias, te faltan horas y te faltan dineros, muchos dineros.
Tiene que cambiar mucho las leyes, pero tienen que cambiar. Por cierto, ya se han hecho muchos avances, pero quedan todavía muchos más.
La verdad es que más que ver a una diputada llevar a su hijo al trabajo, que, por cierto, vaya niñ@ bueno, mi hija hubiera estado todo el tiempo llorando, me hubiera gustado ver a su padre haciendo lo mismo, llevándoselo al trabajo. No sé si está casada o no, pero digo yo que ese hijo habrá sido “engendrado” con mucho cariño y con alguna participación masculina, porque además es su segundo hijo. Y si no este el caso, insisto que me gustaría ver a los hombres llevándose a los niños a los trabajos, entonces ya no se vería tan normal que lo hagan las mujeres, aunque se critiquen.
Bueno, hay que cambiar las mentes, pero más todavía las leyes y las ayudas.
Ahora toca volver al trabajo y yo a descansar un poco porque estaba ya acostumbrada a su trabajo que he tenido que sustituir. Volví a retomar labores que ya hacía ella en la empresa igual que tuve que volver a retomar la faceta de estar con un bebé, con la diferencia que ahora mimo y no educo. Le toca a ella, es su momento.
Como decía yo siempre, en el fondo, cuando se vuelve al trabajo, también se vuelve a ser persona y te das cuentas que existe algo más que los pañales y las leches en polvo. Que se puede hablar de otros temas que no tengan que ver con mocos y que se lucha contra todas las adversidades para salir adelante, aunque ahora con una niña preciosa que tiene los ojos más bonitos del mundo mundial (y parte del extranjero) …
¡Bienvenida hija! Te estaba esperando como agua de mayo o en este caso, de enero.