Semana del terror especial Halloween | Relámpagos
En Liberación 2000 vivimos la fiesta de Halloween de forma muy intensa. Aunque sabemos que se trata de una festividad típica en Estados Unidos, cada vez la hacemos más nuestra, ¡es tan divertida! Por eso esta semana compartiremos con vosotros algunas historias de terror ambientadas en nuestro día a día. ¡No te las pierdas! La historia de hoy es… “Relámpagos“.
RELÁMPAGOS
Parecía una tarde como otra cualquiera, la jornada transcurría entre llamadas de clientes, albaranes y paquetes que debían entregarse con la mayor brevedad posible; es lo que tiene trabajar en una empresa de transporte urgente, que todo tiene que estar listo “para ayer”. En cualquier caso, nada me hacía prevenir entonces que mi rutinaria tarea se vería interrumpida por una visita que sellaría mi destino para siempre.
Faltaban apenas 20 minutos para que el reloj nos indicara la hora de volver a casa cuando todo empezó. El cielo parecía haberse teñido de negro y la estancia apenas quedaba iluminada por las tenues luces de la oficina y el resplandor de las pantallas de ordenador. Todos mirábamos hacia el amplio ventanal que había al fondo de la sala, mientras comentábamos distraídos que, probablemente, se avecinaba una gran tormenta.
Cuando todos se habían marchado ya, decidí quedarme un rato más para acabar de zanjar un tema que me había tenido enfrascada durante todo el día. Concentrada en aquella montaña de papeles y documentos, apenas fui consciente del fogonazo de luz que me cegó durante unos segundos. Me giré y miré hacia el fondo de la sala, hacia la ventana: había comenzado una tormenta eléctrica. Los fogonazos se sucedieron en intervalos de pocos segundos; nunca había presenciado nada igual. Decidí ignorar aquella inusual circunstancia, si no me daba prisa, nunca acabaría el trabajo.
La voz que se escapaba por el transistor de la radio me hacía compañía en aquel momento, haciendo que me sintiera menos sola. Cuando hube acabado mi tarea, decidí llamar a casa para avisar de que llegaría algo más tarde. “Espero que la tormenta eléctrica no me retrase aún más”, dije a mi interlocutor. “¿De qué tormenta eléctrica hablas?”. Me giré extrañada, dándome cuenta de que los fogonazos de luz habían cesado. ¿Me lo había imaginado? Imposible.
Mientras recogía ya mis cosas, algo que escuché por la radio hizo que se me helara la sangre en las venas. Apenas oía la voz del locutor con aquel fuerte y acelerado ruido que llenaba de golpes mi cabeza, era el latido de mi desbocado corazón. En el boletín informativo se decía: “Las autoridades alertan a la población de que un peligroso asesino en serie ha escapado a última hora de la tarde del centro penitenciario situado en los alrededores de San Sebastián de los Reyes. Los últimos testigos afirman haberlo visto cerca del polígono X. Conocido como el “Asesino de las Fotos”, se ruega a los vecinos que extremen la precaución“.
Una sensación desagradable se instaló en mi paladar mientras tecleaba, nerviosa, “El asesino de las fotos” en el buscador de mi móvil. Al parecer, el individuo se colaba en las casas de sus víctimas y, escondido en los rincones más oscuros, las fotografiaba antes de acabar con ellas cosiéndolas a puñaladas.
Cuando asimilé lo que estaba leyendo, una voz sonó en mi cabeza: “¿De qué tormenta eléctrica hablas?”. No había habido ninguna tormenta. No habían sido relámpagos. Había sido el flash de una cámara.
En aquel preciso instante, sentí el frío del metal de un cuchillo rozándome la garganta.