En numerosas ocasiones hemos hablado de nuestra zona de confort, de cómo podemos salir de ella o de cómo nos obligan a salir sin que nos lo esperemos, algo que nos deja la misma sensación que nos dejan las collejas o un buen bofetón. Es genial cuando eres tú el que decides tomar un camino u otro pero, ¿cuántas veces nos encontramos que, sin quererlo ni beberlo, alguien nos están obligando a cambiar? En estos casos, en cualquier caso, siempre conviene adoptar una buena predisposición a los cambios, así como una buena actitud e incluso aptitudes para adaptarse a dichos cambios lo antes posible.
¿Pero qué ocurre en tu cuerpo/mente hasta que te adaptas?
En mi caso, angustia. Son minutos, horas, días en los que la incertidumbre hace que en mi cuerpo se produzcan algunos cambios naturales debidos a la inseguridad que me produce la situación hasta que domino el entorno perfectamente. ¿Pero qué es lo más importante en esos momentos? La información. Si yo tengo conocimiento de los pasos a seguir y/o de cómo se encuentra la situación del problema, la angustia que soporta mi cuerpo y mi mente se hace más llevadera.
Voy a poner un ejemplo. Ayer mismo me encontraba acompañando a mi madre al hospital, algo que últimamente, por desgracia, estoy haciendo muy a menudo. Era rutinario, análisis y radiografías. Nos sabemos en qué planta se encuentra todo y es lo más cómodo para nosotras.
Empezamos con los análisis. Vamos a la planta de siempre, hacemos la cola de siempre y nos encontramos que, justo la cabina que nos tocaba, estaba ubicada una planta más abajo. Los ascensores siguen en su línea, sin funcionar (porque te lo dicen los empleados) o sin luces, por lo tanto, no saben si funcionan o no funcionan. Y además tic tac, el tiempo corre.
Buscamos las escaleras, pasando por varios ascensores sin éxito, bajamos a la siguiente planta, despacito que voy con una persona mayor. Otros usuarios de las escaleras, que no estaban haciendo deporte por ellas, nos atropellan un poco, son más jóvenes y más ágiles y si no nos encontramos con mayores en peores condiciones que mi madre, eso parece el via crucis para un pinchazo.
Llegamos, por fin, que alegría, ¿hay que hacer cola? ¿sale la persona? No hay ningún cartel, pregunto con cuidado, no vaya a ser que se enfade alguien. “Ahora salgo”, me contestan. Mientras llega otra persona que tiene la suerte de que va acompañado por un empleado del hospital, no sé si conocido o simplemente un buen samaritano. Se agudiza mi oído al oír la palabra rayos y oigo como le indica que, aunque tiene la cita que ahora habían puesto unas nuevas máquinas y antes de pasar a las cabinas que le indicaba ya, tenía que sacar un “ticket” porque sino no le vale nada. Bendita samaritana y benditos mis oídos. Me acerco al pobre porque compruebo que tiene cara de ¿y ahora qué hago? Le informo, mira hay que esperar a que salga una persona para los análisis y lo de los rayos que te ha dicho que está al lado de la capilla, veo que no sabes dónde está la capilla, yo te digo, subes a la planta cero, donde hemos entrado al hospital y te chocas con información, pues lo bordeas y de frente te vas a encontrar el nuevo espacio de rayos, a la derecha verás la capilla, pasa de ella. Más no te puedo informar porque es la primera noticia que tengo de estos cambios.
Llega el análisis, le rompen la vena y no sale la sangre, claro, es culpa de mi madre porque tiene las venas finas. No sé si fustigarme en esos momentos o arrancarme unos cuantos cabellos, veo como sufre mi madre. Al final thrombocid y a por otra vena, ¡¡bien se consiguió!!, pues vamos a ver lo nuevo, tranquila, seguro que hay multitud de carteles informando.
Venga, con ánimo, vamos al siguiente checkpoint y conseguimos un ascensor. En principio pone para el personal, pero subir 3 pisos con mi madre andando, puede ser una odisea. Mientras que entro en el ascensor y veo a los empleados mirándome, pienso, como me digan algo…. Se callan, pero ¿qué casualidad, funcionan sus ascensores?
Llegamos a la planta cero, ni un solo cartel anunciando los cambios. Información llena de personas que no le funciona la máquina, que no saben utilizarla. Las de información cansadas de decir las mismas cosas. Hago la cola, mando sentar a mi madre. Meto la tarjeta y voila, me aparece tres tickets separados por 10 minutos cada uno. Venga, vamos a buscar la sala de espera B que no sé si es la misma que la sala 4 que tengo en mis papeles. Llego y pregunto. Me dicen que estoy un poco loca, que no hace falta el ticket. Yo sigo con mi ticket y mi madre. Me encuentro una empleada de la limpieza, llena de amabilidad, está informando a todo el mundo. Me informa que la sala B es la misma que la 4. Empiezo a relajarme. Las personas que al principio me decían que no hacía falta lo de los tickets, al final le informan que sí, y en tropel, se van a donde se encontraba la máquina y vuelven sulfurados, llevan media hora esperando y podían seguir esperando. Sigo nerviosa porque no sale en la pantalla mis números y me pongo a pensar ¿no harán que cada 10 minutos esté desnudando a mi madre y vistiendo? Me corto las venas. No veo lógica en la numeración y soy obsesiva con ese tema, lo tengo que encontrar. Jolines, estoy bloqueada, si es muy fácil, son las iniciales de nombre y apellido del enfermo en orden inverso y una numeración que dependerá de la parte del cuerpo. Sigo esperando, me tocaaa, bien, yuju.
Entramos, la puerta está abierta. Sigo sin carteles, nadie nos atiende y veo que hay alguien en la mesa de rayos.
Vamos mamá, vamos a empezar a ponerte esta batita a ver si al final sabemos que pasa. De repente, ya terminado nuestro cambio de look, aparece una amable chica, le pregunto, ¿vamos a tener que estar esperando cada 10 minutos? Y me informa, “ya me he dado cuenta”, tranquila, lo hago yo las tres. Uff, descansa mi cuerpo y mi mente. No voy a seguir con lo que ocurrió, que no quiero aburrir al personal, porque la moraleja de todo esto al final, es que todo lo nuevo asusta y angustia, pero con información, se consigue que “la píldora pase mejor” y nos podemos quitar de sufrimientos tontos, que ya hay otros problemas para que nos provoquen situaciones de estrés en nuestras vidas. Estas se pueden solucionar y no entiendo por qué no se hace.
Si esto lo llevamos a mi trabajo, es justamente lo que nos diferencia de cualquier otra empresa de transporte. Puede haber otras más baratas, seguro que las hay, pero cuando tienes un problema con tu envío suelen ser difícil de contactar y si tienes suerte en hablar con ellos, más suerte tienes todavía si te solucionan el problema.
Eso es la diferencia de Nacex. ¿Y por qué? Te lo cuento:
* Llevamos muchos años con la comunicación de oks e incidencias on line y ahora on time. Las primeras pistolas utilizadas fueron en Nacex.
* También llevamos tiempo con sms y/o email tanto para los destinatarios como para tranquilizar al cliente de que está todo correcto o se ha producido alguna incidencia. Pero no solo en la entrega, sino también en la recogida.
* Tenemos servicios como ok 15’, Servicio específico de confirmación de entregas a clientes/remitentes de forma inmediata, en un plazo inferior a 15 minutos después de la entrega.
* Programas dónde no solo pueden comprobar dónde se encuentra su envío, sino también pueden visualizar las firmas. Así como pueden dar solución en el momento de las incidencias generadas.
* Atención telefónica y/o por correo personalizada, tanto de todo el personal de la oficina como el departamento comercial, administrativo y de gerencia.
¿Y qué conseguimos con todo esto? Tranquilidad para nuestros clientes, quitarle las angustias propias de su negocio y relajando su día a día.
Y además hacemos controles continuamente para detectar cualquier incidencia antes de que pueda ser perjudicial. Nuestra operativa nos lo exige. Aunque entendemos que el error puede existir, al final somos personas, pero ponemos todos los medios posibles para que sea mínimo. Y aunque sabemos que cuando ocurre algo, se nos llama de todo, cuando el cliente reflexiona, se da cuenta que de todos los envíos que realiza, sólo unos pocos tienen incidencia y que además se le soluciona a la velocidad de la luz. Es decir, es un porcentaje mínimo a lo largo de un periodo de tiempo.
Eso es nuestro valor añadido, donde el precio no existe, sino la calidad, que es nuestra razón de ser.