Esta entrada se la dedico a todas las aquellas personas que, por un motivo u otro, han engordado alguna vez en su vida.
Yo hace unos años engordé lo que no está escrito. En los dos últimos años, además y al dejar de fumar, la cosa fue a peor: parecía un luchador de sumo, así había cambiado mi cuerpo.
Lo peor de todo es que tenía que asistir a convenciones, reuniones, visitas con clientes, etc. con esta carga encima, literalmente hablando.
Parecía que me había comido a mí misma.
Al mismo tiempo, las enfermedades se hacían presa de mí. Las rodillas no aguantaban mi peso, el hígado lo tenía graso, el colesterol por las nubes… Malas noticias.
Me puse a hacer ejercicio y me parecía a Don Pimpón de Barrio Sésamo. Los que son de mi edad, me entenderán; los que no, googleadlo y me entenderéis.
Era incapaz de dar saltos. Los que me han visto bailar se quedarán ojipláticos, pero es que es súper difícil hacerlo con varios kilos de más.
No sabía pintarme, mi cara había cambiado de forma, y eran muchos años pintándome de otra manera y no daba con la tecla necesaria.
La ropa me costaba mucho dinero, ropa de tallas especiales, con la misma talla en algunos sitios parecía que iba a explotar como un globo y en otros me estaba grande.
Parecía una mesa camilla vestida. Era la Ramona en el siglo XXI.
Ninguna dieta surtía efecto, siempre con lechuguita y con todo a la plancha, pasando hambre no, lo siguiente. ¿Y para qué? Para adelgazar 100 gramos que, en cuanto me descuidaba, volvía a recuperar con 400gr extra.
Aunque el tamaño era grande en circunferencia, pasaba al lado de la gente y no me veían, me daban con las puertas en las narices, pero literalmente, que no exagero. No existía y mira que se me veía.
El año pasado me marché a un balneario especial para intentar bajar de peso. Una semana de pasar mucho hambre, ejercicio al máximo, y al final, unos pocos kilos menos, pero vamos que digo kilos por no decir gramos. Eran las fiestas del pueblo donde estaba el balneario y yo quieta sin salir, sólo pensaba en que pasaran las horas para que llegara la siguiente comida. Dos hojas de canónigos con unas migas de merluza, acompañadas por un tomate cherry.
¿Cómo pueden decir que así se es feliz? Imposible. Por lo menos, yo no lo era.
En febrero empecé un régimen que, gracias a Dios, me está haciendo volver a mí ser. Si bien parezco una monja de clausura porque no salgo a la calle por no pecar, por lo menos se están viendo los resultados.
Ya me vuelvo a pintar y reconozco mi cara, utilizo de nuevo los tacones, las rodillas están muy bien, el hígado perfecto, el colesterol ¿qué es eso?, la ropa me vuelvo a poner la mía de hace 8 años y me puedo comprar ropa en todas aquellas tiendas baratas pero que el tallaje también es pequeño, y me vuelven a abrir las puertas porque me ven.
Vuelvo a ser persona. Y que conste que no digo que el que esté más fuerte no sea persona, es simplemente que yo no me sentía como tal; cada uno se tiene que sentir como quiere sentirse y yo ahora estoy cada día más cerca o más bien, cada kilo más cerca del reto.
Lo importante es ser feliz y yo lo soy. ¿Y tú? ¿También lo eres? Es lo único que importa, porque la vida nos puede sorprender en cualquier momento. Vive como quieras vivir y goza todo lo que puedas y mucho más, siempre y cuando te dejen.