Hago esta entrada esta semana un poco indignada, bueno un poco no, un muy mucho. En todo este tiempo que llevo escribiendo en mi blog siempre he hablado de lo que nosotros, como empresa, hacemos por los clientes. Y no es mentira, nos desvivimos por ellos, luchamos por la perfección, un error es un trauma y siempre se ponen medidas para cubrir esos errores. No somos perfectos y hay problemas diariamente, nunca podemos bajar la guardia, pero lo que nos hace grandes es la rapidez que tenemos para solucionar los problemas; esto hace posible que nuestros envíos se entreguen perfectamente. Eso es un buen trabajo realizado, adelantarnos a los clientes y solucionarles los problemas.
¿Y por qué estoy indignada entonces? Porque cuando estoy en el lado de “cliente” no recibo el mismo trato y esto me desespera. Muchos sólo quieren cobrar mucho dinero por su trabajo pero hacerlo de mala manera y cuando les pides responsabilidades salen huyendo como las ratas cuando ven fuego o una riada. Y te dejan con el marrón, sobre todo cuando ya han cobrado todo. Es una pena que los abogados sean tan caros, que la justicia sea tan lenta y que esto impida a ciertas personas que cumplan con su cometido, por el cual se les contrató en un principio.
En otra entrada escribí que veía las quejas que los destinatarios ponían en las redes sociales y siempre eran negativas, aunque, como expliqué, quizás porque no sabían que el servicio contratado no era el que ellos exigían. Pero ahí estaban las contestaciones en positivo.
Hace unos días leí en el blog de Colillas Branding un texto de que si la mala reputación online es culpa de los blogueros y parece ser que sí porque según pone en el artículo decía:
¿Cómo pueden afectarnos las informaciones u opiniones sobre nosotros que vierten los demás? ¿Puede la mala reputación online hundirnos el negocio?
Al parecer, sí puede. Caroline Doudet, una bloguera francesa, ha sido condenada a pagar 2.500 euros de multa tras haber colgado en su site personal una crítica sobre una Pizzería de Cabo Ferret. La dueña del restaurante afirma que, tras la publicación de la opinión de Doudet, su negocio comenzó a perder clientes; los pocos que acudían, además, le reconocían que tenían dudas de la calidad del local tras haber leído la crítica de la bloguera.
Es gracioso este punto, en vez de que la Pizzería mejorara su servicio después de una crítica, al final, es perdonado el “error” y castigado quién denunciaba los problemas para conseguir una mejoría. Es decir, el hacer mal las cosas ¿tiene premio?, yo no voy a hablar de éste caso el cual desconozco, pero sí que sé que cuando algo no me gusta, sencillamente no vuelvo a utilizarlo, pero habrá otras personas que lo utilizarán y el negocio les seguirá funcionando, ¿pero será un buen negocio? ¿O destrozará el estómago o la vida a otras personas?
Llamar a los “especialistas”
Pero ¿y mi enfado? Os juro que algunas veces me entra ganas de dar cursos de fontanería, electricista, albañil y hacerlo todo yo misma, porque cada vez que tengo que llamar a un “especialista” lloro de dolor, no sólo por la factura sino porque nunca terminan de arreglar el problema. ¿No os ha pasado a vosotros llamar a un fontanero (pongamos como ejemplo), darte el presupuesto que parece que te va a dar petróleo, arreglarte el problema, pero no del todo, llamas a otro porque no te ha dejado contenta el trabajo, y te dice que lo que te ha hecho el otro es una chapuza pero que él te lo arregla, y tampoco lo hace pero te cobra, y vuelves a llamar a otro que te vuelve a decir lo mismo, te cobra más dinero y tampoco y así una vez y otra.
Voy a contar una anécdota, ya he comentado que tengo menos fuerza que un pajarito en las manos, esto es debido a mi trabajo, creo yo. Pues en mi casa era incapaz de mover las ruedas para cortar el agua caliente y fría, llamé a un fontanero para que les pusiera manivelas para que me fuera más cómodo, y me las puso, y me las cobró, pero no puedo moverlas porque una manivela da con el otro tubo de agua, por lo tanto, tengo que quitar una manivela, para mover la otra. ¿Cómo lo veis? Podría contar muchos más casos pero mi indignación viene porque hace unos 2 años hice una gran obra en las oficinas de San Sebastián de los Reyes, una obra faraónica económicamente también, si es verdad, que la nave lo necesitaba puesto que fue comprada en 1999 y lo que se había hecho era parche sobre parche.
Una de las cosas que más costó fue la máquina para el aire acondicionado y la calefacción, tuvieron que reforzar el techo, ampliar potencia, tuve que pagar una multa con una eléctrica por la potencia, etc., etc., pues en 2 años que llevamos todavía no funciona correctamente. En invierno hace frio y en verano hace calor, al revés de lo que se tenía que hacer. Hoy estoy escribiendo en Madrid, a las 10:30h, a 25º C y subiendo, aunque las previsiones dicen que hoy hará menos calor que ayer, pues estamos con la ventana abierta y un ventilador de pie para conseguir respirar.
Los ordenadores los tocas y arden, las personas mareadas, por la tarde estamos a más de 40º C, me quedo pegada en la mesa cuando tecleo, pero los que pusieron la “maravillosa máquina” los tengo cerca con su aire acondicionado funcionando, que me dan ganas de hacer un agujero en la pared para que llegue algo de fresco.
;¿Qué es un trabajo bien hecho?
¿Es un trabajo bien hecho? Un trabajo bien hecho es cuando el cliente está contento porque ha pagado un servicio, no yo que he tenido que volver a llamar a más personas porque el trabajo no ha sido correcto.
Otro día contaré el problema que tuve con otro cambio de la obra que fue el portón, pero será otro día, hoy estoy buscando a alguien que me solucione el problema que otros me han forjado.
Y mi agradecimiento a todos aquellos buenos profesionales que seguro que están en algún sitio, pero que todavía no les he encontrado y llevo ya varias obras y nunca he podido repetir con los mismo. Así va España.
Os dejo, porque voy a por el recogedor a ver si puedo salvar a alguien de sufrir cualquier síncope. ¡Qué pena más grande!