¡Un rayo de sol! Oh, oh, oh, sha la la la la, oh, oh.
Ya estoy casi lista, queda poco, aunque hace un calor que te derrites, en principio llega la época para disfrutar del descanso estival. Este año vuelvo a intentar irme a un sitio más fresquito, un balneario, una semanita. Ya contaré la experiencia, pero hoy quiero hacer un recuerdo a las antiguas vacaciones, cuando no había dinero, ni aire acondicionado en los coches y las hamacas con sombrilla brillaban por su ausencia.
Por lo tanto voy a recordar a mis años de infancia/adolescencia, o sea, ayer mismo.
Yo tengo familia por varias partes de la península, Valencia, Terrassa, Cuenca y Francia, y por este país voy a empezar a contar mis anécdotas.
Hacía poco tiempo que había muerto ese a quién se le llamaba el Caudillo. Era Agosto del 77, no se me olvidará porque estando en Orleans de vacaciones salió la noticia del que el Rey del Rock había muerto, Elvis nos había dejado, un día triste y yo oyendo la noticia en francés, más doloroso todavía. Yo tenía 15 añitos, granos por todas partes y un cuerpo un poco raro, estaba acomplejada por mi gran desarrollo corporal e iba un poco chepuda para intentar que no se notara, quién me conoce pensará en estos momentos que era literalmente imposible esconder una delantera prominente.
Yo había estudiado francés, aunque en mi época de E.G.B. había dado mucha teoría porque mi profesora no era nativa y además me daba otras muchas asignaturas, aunque cuando empecé el B.U.P. la profesora de francés empezó diciendo Bonjour y no volvió a decir nada en español, y yo que venía de mucha teoría pero ninguna práctica tuve que acostumbrar a mis oídos a esos ruidos galos.
Fuimos por la frontera de Irún, siiii no me he equivocado, teníamos fronteras. Esto para la juventud debe de pensar que era la prehistoria, pues puede ser que sí, pero era todavía el Siglo XX.
Cómo hacía poco que se había muerto el susodicho, nos encontrábamos en todas las gasolineras los guardias civiles y ejercito fuertemente armados. Yo la verdad es que estaba asustada, muy asustada, primer viaje y casi me trago una metralleta. Por lo que decidimos hacer noche en Francia, una vez pasado el peligro. Y así lo hicimos, dormimos en Bordeux, Burdeos en español. Como íbamos a la aventura, no habíamos reservado nada de nada, y preguntando a esos simpáticos franceses con un mapa, no nos entendían. Jolines, si nosotros conseguimos entendernos hasta con los japoneses, ¿cómo era posible que ni con dibujos ni con señas nos pudieran entender? Pues así fue, hasta que conseguimos que un hombre simpático nos indicara un hotel. ¿He dicho un hotel? Era horrible. El hombre era portugués y nos llevó a un sitio donde las puertas no tenían cerrojos, yo viajaba con mi hermana de 18 años, por lo tanto, decidimos poner una silla en la puerta y dormimos agarradas.
No hubo problemas, en las otras habitaciones estaban muy ocupados, sólo se oía ruidos de camas moviéndose, canciones de borrachos, golpes en las paredes, más ruidos en las camas, etc., etc., yo no entendía cuántas personas podrían pasar por la misma habitación suspirando y gritando, que me imaginaba yo que era porque no les gustaba la habitación y estaban reclamando ¡inocente yo!.
Al día siguiente conseguimos a la novena persona que preguntamos cómo se podía llegar a Orleans, el problema que no me salía el final de la palabra nasalmente y sin querer pronunciaba la “s”, nada de nada, hasta que no conseguí decirlo perfecto.
Antes en el hotel había tenido también un pequeño lapsus, al pedir 2 habitaciones una para mis padres y otra para mi hermana y para mí, de los nervios de la gente que estaba viendo, en vez de decir hermana dije hermano, el “hotelero” me miró con una cara extraña, me di cuenta y rectifiqué, pero ahora con la edad pienso ¿De qué narices se extrañaba con los huéspedes que tenía él? Alucino.
Entre ésta experiencia y la de pronunciar mal Orleans, mi padre debió de pensar que ya me había dejado bastante hablar en el idioma de Napoleón, y sólo se le ocurre en la siguiente gasolinera preguntar por el servicio, el dependiente con mucha educación, le contesta “Le service c’est moi” señalándose, mi padre le dice a gritos que no, que donde estaba el servicio, yo dentro del coche le grito “Le toilette” pero no me oyen ninguno de los dos, el otro seguía diciendo “je suis service” dándose golpes cada vez más fuerte en el pecho, mi madre ya estaba diciendo, la que estamos liando, de repente veo a mi padre con un gesto como para hacer una demostración de lo que necesitaba, todas, dentro del coche, gritamos un “Alto” y al mismo tiempo conseguí salir del coche y gritar lo que buscábamos, el francés nos acompañó hasta los baños, yo me quedé esperando para que hiciera alguna de las suyas, y nos fuimos, cuando levanté la vista del suelo, pude comprobar como todo el mundo estaba partiéndose de risa a costa de nosotros, bueno exactamente de mi padre.
En ese viaje también y ya con mi familia de la France, fuimos a pasar el día a París, y entre otras cosas mi tío le había dicho a su hermanos, es decir, a mi padre, que cuando pasáramos por el Arco del Triunfo no se le ocurriera acercarse al Arco para hacer fotos, porque si no con el coche no llegaríamos a salir vivos de allí. Quien ha conducido por esa zona, sabrá que no hay semáforos y que salen de todas las calles los coches que se van cruzando pero entre ellos no se dan. ¿Hizo mi padre caso a su hermano? Pues no, y allí que se metió, lo más cercano al arco, y venga dar vueltas y vueltas, ya había hecho fotos de todas las partes del arco, venga papá, ya he terminado el carrete de fotos, y mi padre callado y sudando, no conseguía salir del círculo más cercano, veíamos el coche de mi tío esperando a que saliéramos, pero mi padre, venga a dar vueltas, hasta que no se le ocurre otra cosa que pararse en el medio, salir del coche, tirar las llaves y decir “así no se puede”, en ese momento, los parisinos se pararon y nos hicieron un pasillo hasta que conseguimos salir del arco del triunfo.
Ya veis como mi padre ha sido, muy simpático él, en otro viaje que les llevé a Francia porque ya se estaba quedando ciego, alquile un coche en parís y fuimos hasta Orleans y quiso dirigirme él con el mapa del año 77, de noche y ciego, estuvimos 5 horas Torre Eiffel para arriba Torre Eiffel para abajo, hasta que me cansé de sus indicaciones aunque él no se daba cuenta que se estaba equivocando todas las veces, le mandé al asiento de atrás y puse de copiloto a mi hija, conseguimos salir sanos y salvos.
Pero esas vacaciones las contaré en otro momento con otras anécdotas.
¡Felices vacaciones a todos!