El mes de septiembre para mí todavía significa el comienzo de curso, como he dicho muchas veces, pero no sólo el curso laboral, sino también el personal. Pero también, y teniendo en cuenta ahora el cambio de estudios que ha habido este año, es momento para recordar cómo se estudiaba antes. No voy a valorar si era mejor o peor que ahora, tenía sus cosas positivas y sus cosas negativas, pero creo que había menos fracaso escolar y sobre todo, las personas salíamos del colegio con un mínimo de vocabulario y sabiendo dónde se encontraban los ríos españoles, cuáles eran los reyes que nos habían gobernado y dónde podías situar en un mapa cualquier capital del mundo.
Que yo recuerde, de pequeña he ido a dos colegios diferentes y luego al instituto. El primer colegio que recuerdo era uno que estaba en el portal de debajo de mi casa. Se llamaba Colegio San Lorenzo, como mi barrio. Habían unido 2 pisos bajos y eran las clases, por lo tanto, en una clase podíamos estar varios niños de diferentes edades y la profesora daba la clase a todos según el nivel que ella sola podría saber. En mi casa había un libro de mis hermanas que parecía el libro gordo de petete, pero estaban todas las asignaturas posibles. ¡Y se estudiaba!
Yo del primer colegio recuerdo el olor a lapiceros, las tizas, las sillas… En mi época no existían los sacapuntas en las casas de los pobres, los lapiceros se afilaban con un cuchillo. Recuerdo a mi padre haciéndolo por las noches y también aquel olor…
Era el olor a madera cortada. Yo no tenía gomas de borrar, era la miga del pan. Y tenía que seguir la dirección del pelo del papel para no hacer agujeros o que se transparentara la hoja. Lo recuerdo muy bien. Mi madre era ama de casa, por lo cual, sólo trabajaba mi padre y en total éramos 5 de familia, más las abuelas que también las teníamos con nosotras, sobre todo a una, y más adelante a la otra. Mis dos abuelas murieron en mi casa, y en otro momento hablaré de una de ellas que aunque el final fue bastante malo, tengo que decir que viví muchas anécdotas divertidas en sus últimos momentos con ella.
El segundo colegio al que fui ya era otra cosa, ya era un señor colegio, se llamaba Santa Fe, y hoy en día ya ha desaparecido. Pero ya teníamos clases según cursos, separados en dos edificios diferentes los chicos de las chicas. No nos juntábamos ni en el recreo, nos veíamos a través de unas rejas o desde la ventana de la clase, pero si te pillaban estabas muerta.
El colegio era de un padre y 2 hijos y además también eran profesores. Tengo que reconocer que cuando yo llegué los profesores no eran tan duros como en las épocas de mis hermanas, que veían como podían coger de la patilla a cualquier chico y levantarlo un palmo del suelo. Yo eso no lo he visto, ahora bien, lo que yo si he vivido es cuando nos pasaban la lección y nos sacaban en medio circulo, pregunta tras pregunta ibas respondiendo e ibas ganando posiciones, pero llegaba el momento de que alguien no se sabía la respuesta o bien se había torcido de la fila y entonces llegaban y nos hacían poner a todos la palma de las manos y reglazo va y reglazo viene, si es verdad que a algunas les daban con ganas y a otras más flojito. Yo creo que esas vivencias han hecho que sea tan obediente que no soy capaz ni de saltarme un semáforo en ámbar. Allí estuve hasta 8º de E.G.B. Yo no era la primera de la clase, pero podría estar entre la segunda y la tercera, me gustaba estudiar y se me daba bien, muy bien. He tenido unos profesores muy buenos. Tenía una profesora de francés que creo que también me daba lengua, que me enseñó tanto vocabulario en ese idioma y tanta gramática que me sirvió de mucho para el B.U.P y para los viajes que he realizado, y que todavía hoy en día soy capaz de hacer varias frases en ese idioma. Otro profesor que tuve era el de Literatura, genial, muy bueno. En su momento (algo se me ha olvidado) era gran conocedora de toda la literatura de todos los tiempos, no sólo en saber su biografía, sino también en toda su bibliografía. Otra profesora que me influyó mucho, fue la que me enseñaba historia, es increíble lo que pude aprender. Al final de mi estancia en ese colegio, también tuve a uno de los hijos del fundador del colegio como profesor de dibujo o tecnología. Era horrible, aunque mi primer apellido es Ruiz, me llamaban siempre por el segundo, éramos las hermanas Atienza. Nos sacaba a su mesa y el fumaba un gran puro y con mucho descaro nos echaba el humo y si tosías, lo hacía mucho más.
Al final del curso daban un diploma a los mejores estudiantes del curso, yo he recibido algunos, y como no teníamos un salón de actos, se hacía todo en el cine que estaba muy cerca (cine ahora desaparecido). Ahí también hacíamos obras de teatro y bailes regionales, era muy divertido. Recuerdo que yo de pequeña no sabía pronunciar bien la “erre”, además los que me conocen actualmente saben que algunas veces me atranco en una frase y seguro que lleva esa letrita. Fui elegida para hacer de chinito en una obra, que tenía que decir “El pelo de San Loque no tiene labo”, lo hacía genial, pero al final de la obra aprendía a decir la frase correctamente y yo no era capaz. Me cambiaron e hice el papel de flor, cuyas hojas era mi falda.
Son buenos recuerdos, duros, pero muy buenos. Además, creo que fue también en esa época en la que se modeló mejor mi futuro y mi carácter.
El mismo que me echaba humo pidió a mis padres que para terminar mi formación escolar no me mandaran a otro colegio privado, que me fuera a un Instituto para terminar de impulsar mi carácter y así se hizo, me mandaron a estudiar el B.U.P. al Instituto Beatriz Galindo y efectivamente se terminó de modelar no sólo mi persona sino también mi mente y estoy muy contenta.
Lo que es una pena es que las neuronas se pierdan por los años y haya olvidado muchas de las cosas que aprendí; aunque siempre estoy aprendiendo, algunas veces me pesa no acordarme de todo lo que sabía, aunque veo que a los concursos de la televisión bien podría presentarme todavía, porque hay que ver las preguntas que se fallan a veces…