Ahora que he empezado a describir aquellos “maravillosos” años en los cuales empecé a aprender todo lo relacionado con el mundillo de los negocios, me ha venido a la mente la frase que se inventaron la competencia para hablar de nosotros: “Nacex, crecex, te reproducex y muerex”. No se tuvo una idea brillante, pero durante muchos meses era la que se oía en todas partes. Tengo que decir que nos ayudó bastante, puesto que empezamos a decirla también nosotros y se demostró que además de tener ilusión teníamos humor. Poco a poco las empresas también nos empezaron a conocer por los de la “Diana”, por lo parecido que era nuestro logo a una diana del tiro de arco, por ejemplo. Todo era positivo, lo importante es que se hablara de nosotros, aunque fuera de esta manera. Nosotros teníamos que demostrar que somos buenos trabajando “La calidad es la mejor publicidad” y eso fue lo que conseguimos y lo que seguimos haciendo, demostrando que nuestra calidad es también beneficiosa para la calidad de los clientes de nuestros clientes. Todo es una gran cadena.
Pero siguiendo con la narración dónde se demuestra que nada es fácil, nos encontramos a los 3 meses de empezar nuestra andadura por estos mundos. El dinero que nos habían dado al hipotecar por segunda vez la casa para empezar el negocio se había esfumado y encima estábamos con casi ningún cliente. Además, la forma de pago no era instantánea. No teníamos a nadie que nos pudiera ayudar económicamente, pero al final un familiar nos dejó un poco de dinero y conseguimos superar un mes. Y no sé cómo, echando el resto, empezamos poco a poco a despegar.
En Nacex hubo cambios operativos y de dirección. Todo esto hizo que me desequilibrara emocionalmente un poco más y me hacía preguntas:
- ¿Nacex llegará la parte de “crecex… o estábamos cerca del muerex”?
- ¿Me dará tiempo a ver algo de dinero en el banco?
Recuerdo que durante el primer año dormía poco o casi nada, estaba nerviosa, insegura.
Yo soy persona visual, es decir, todo lo trabajo con las imágenes, hojas de cálculo, etc. Y todo empezaba a verse bien en ellas, pero no físicamente. Me explico, la hoja de cálculo ya indicaba que se estaba haciendo bien el trabajo, pero el saldo del banco no era muy claro porque lógicamente casi todo estaba como pendiente de cobro. Se había cogido a clientes que pagaban casi 2 veces al año. Por tanto, los primeros 6 meses estuvimos sin cobrar. Si es verdad que a partir del primer pago ya se recibía todos los meses, otros pagaban a 3 meses, el raro era el que pagaba al mes fecha factura. Hay que tener en cuenta que salvo el cliente esporádico, el mínimo de forma de pago es 30 días fecha factura y esto sigue más o menos igual, aunque saquen las leyes que se quiera. Si quieres un cliente tendrás que hacerlo con sus condiciones porque siempre habrán otros que las acepten, y muchas veces se ha tenido que dejar en la cuneta alguno porque las exigencias eran demasiado elevadas, sin tener en cuenta lo que se da a cambio.
Pero siguiendo con mi relato, nos encontramos que el trabajo es duro, no se termina en un horario laboral, se sigue en casa, en festivos, en fines de semana, en cualquier momento de tu vida. Es tan duro que me llamaron del colegio de mi hija. Había llegado el momento anual del análisis psicológico y de capacidades que hacían y resulta que vieron algo que les extrañó mucho. Mi hija tenía 7 años, y a la hora que le dijeron que dibujara a una familia (algo típico de los psicólogos), me retiró un poco del dibujo. Otros años, siempre habíamos estado cogidos de la mano, pero ese año me apartó. Cuando me enseñaron ese dibujo se me hizo un nudo en el estómago y los ojos vidriosos. Era lógico, antes disponía de la tarde para estar con ella y en cambio, en ese momento la empresa me dedicaba mucho tiempo, demasiado.
Tuve que cambiar el chip con las relaciones.
Es importante reconocer que Laura (mi hija) ha mamado casi desde niña este trabajo. La recuerdo en la nave, tumbada encima de carro, dormida, mientras que nosotros estábamos trabajando a altas horas de la noche. Era porque teníamos un “masivo”, bendita palabra, y no se podía sacar en un día y lo hicimos por la noche para que saliera todo al día siguiente. También la recuerdo haciendo sus deberes a mi lado mientras que yo aprovechaba el fin de semana para facturar, porque no podíamos perder ni un día en hacerlo. Un día de retraso significaba cobrar más tarde, y era un privilegio que no nos podíamos permitir.
Al final conseguimos estar juntas y que no sintiera que la estaba abandonando. Era mejor tenerla junto a mí que no dejarla con algún familiar, o por lo menos lo justo. Por eso, cuando se la pregunta por este trabajo, ahora que tiene 24 años, dice que lo ha mamado desde pequeñita. Y es verdad.
Hoy en día es mi socia, mi apoyo en los momentos difíciles en la empresa y en mi vida. Estudió la carrera de Administración y Dirección de Empresa sin repetir ningún año y cuando terminó empezó a trabajar conmigo en la empresa y hubo un cambio de aires, al mismo tiempo que empezó a ser mi profesora porque la nueva generación tiene:
- Frescura
- Imaginación
- Muy buenas ideas
- Ganas de superación siempre que se les dé la oportunidad.
- No tienen secretos con las nuevas tecnologías, han nacido con ellas
- Saber adaptarse a los cambios mucho mejor
Por eso, tengo que dar gracias a mi hija porque no sólo ha superado mis ausencias, sino que cada día me enseña más cosas y siempre me tiene las neuronas en continuo movimiento.
El personal la llama “la jefilla” porque yo soy la “jefa”, pero habría que ver como la respetan y la escuchan también, porque no dice nada que no sea coherente.
Ya voy a dejar de hablar de mi hija, porque estaría horas y horas, pero es justo decir que estoy orgullosa de ella y que me ayuda mucho no, lo siguiente.
Carmen Ruiz Atienza