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¿Cuánto cuesta el tiempo de un cliente? ¿Y el del proveedor?

Escrito por Liberación 2000. Posteado en El Blog de Carmen

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Aunque el titulo puede parecer un poco largo, en realidad es un pequeño resumen de mi propia experiencia, que ha sido bombardeada hace poco tiempo.

Hay que reconocer que no sé bien si es por nuestro carácter mediterráneo o por nuestros ancestros árabes, la realidad es que todos tenemos un cliente dentro de nuestro cuerpo. Cualquier persona en el momento menos esperado y cuando considera que tiene el estatus necesario para imponer sus exigencias, no duda en utilizarlo. Por ejemplo, en un restaurante, estamos sentados en una mesa y en ese momento nos convertimos en fieros clientes, empezamos a acosar al camarero porque tarda en servirnos, porque se me ha caído el tenedor y quiero otro, que está abarrotado el restaurante, pero nosotros queremos ser atendidos como si estuviéramos solos, etc.

O bien contratamos una persona para que nos ayude en las tareas de la casa y no se sabe por qué motivo, pensamos que igual que en el anterior caso, es inferior a nosotros y no se desaprovecha la oportunidad de demostrarlo.

Puedo poner más ejemplos, pero creo que todos entenderán a dónde quiero llegar.

Hace poco, en la visita de un cliente, nos encontramos con una continua demostración de que todo el personal de dicha empresa, se ponen en el sitio de cliente y se presupone que esa posición es sólo de exigencia. Exigencia con respecto a la forma de trabajar de ellos, exigencias con el coste del servicio, etc. Sobre el tema del coste ya estoy acostumbrada, pero sobre otras exigencias me parece que pasamos unas horas bastantes duras. Por ejemplo, una persona viene y nos dice que el sobre donde ellos mandan sus cosas no puede ir tapado el nombre de la empresa, que me lo monte como quiera, pero que es tremendamente importante que se tiene que leer, todo esto me lo dice al lado de un paquete con la etiqueta puesta de otro transportista con la pegatina en todo el medio del nombre del cliente. Las exigencias ¿sólo era para nosotros o para todos los transportistas?

Horas y horas de pie, porque si cogíamos cualquier silla, se lo quitábamos al personal que estaban a nuestro alrededor, por lo tanto, nosotros de pie. Recibiendo exigencias de uno y de otro lado que ya no sabíamos por dónde nos venían los golpes.

A todo esto, estábamos allí arreglando un problema que tenían que otro transportista y le estábamos poniendo nuestros programas informáticos con nuestro personal, cosa que el suyo estaba en diferido.

La cuestión es que estábamos intentado solucionar los problemas que estaban teniendo, porque podía explayarme, pero no sería bueno al final.

Había que tener mucho cuidado en no ofender, porque cualquier tipo de mejora que se le quisiera decir para que les fuera más cómodo todo, suponía una ofensa hacia ellos. Con pies de plomo había que ir aportando ideas, y cada vez aumentaban los interlocutores y sus exigencias. Y seguíamos de pie, intentando resolver en tiempo récord todo lo que nos estaban diciendo.

Hasta que de repente, una persona grita que “llevaba tiempo sin poder trabajar y que su tiempo era oro y lo estaba perdiendo”. En esos momentos te entran unas ganas tremendas de salir corriendo, tirar toda la negociación y decir basta. Pero mantienes la figura y piensas, “estoy aquí porque me lo han pedido y para ayudar y mi tiempo también es válido, igual que el de los clientes”.

Tienes una sensación de que por el mero hecho de ser los clientes tienen la obligación de rebajar al máximo a los proveedores, sobre todo, que como siempre digo, si tú eres exigente en tu trabajo puedes exigir a los demás, pero aquellas personas que no funcionan todo lo bien que pueden funcionar, me hace gracia que hacia los demás si sean exigentes.

Estamos para ayudar, apoyamos a nuestros clientes al máximo, porque si le van bien a ellos, nos va bien a nosotros. Todos somos trabajadores y deberíamos de ser menos clasicista.

Recuerdo un restaurante de marisco que había en mi zona, muy bueno. El maître era increíble, parecía un mayordomo antiguo, con una jerarquía impresionante (en todas partes vemos lo mismo). Un día fuimos a darnos un festín y a mi comercial se le ocurrió preguntar que si de postre tenían plátano flambeado. El maître le miró de arriba a abajo de manera que parecía que le estaba perdonando la vida, y dijo “en este restaurante no se sirve esas cosas”, bueno, en realidad fue algo diferente y más grosero, pero vamos a dejarlo ahí. Nos hizo sentirnos mal, aunque luego nos entró la risa. Vino la crisis, el restaurante ha desaparecido y la verdad que no sé dónde se encuentra el maître, a lo mejor, está trabajando de camarero en un chino, hartándose de servir plátano flambeado.

Otra cosa que recuerdo es un cliente que me llamó a la oficina, y que le comentaron que como era viernes ya me había marchado. Francamente a mí no me importa que me llamen los clientes ni nadie, porque tengo facilidad para conectar y desconectar, porque ya son muchos años, pero lo que me gusta es que se haga por un motivo necesario. Me llaman al móvil, me hace una pregunta que no era correcta y la contesto, y el resto de la llamada es oir como teclea en el ordenador y está indicando cosas de la que ya estaban zanjadas durante toda la semana. Y se acabó la conversación. Me quedé como tonta pensando y no voy a poner lo que pensé y pasado una semana sigo sin entender la llamada. Y yo me pregunté ¿mi tiempo no vale nada?, pues soy una persona que odia perder el tiempo y que lo rentabilizo al máximo posible, porque considero que el tiempo de todo el mundo es importante y lo respeto.

Todo el tiempo de todo el mundo es de oro, aunque sea para rascarse la espalda.

Y dicho esto, vuelvo a decir la frase que más me gusta “corrige a un necio y tendrás un enemigo, corrige un sabio y lo harás más sabio”.

Vuelva usted mañana

Escrito por Liberación 2000. Posteado en El Blog de Carmen

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Hoy quiero hacer esta entrada dedicada a todas aquellas personas que aún teniendo familiares y amigos, tratan bastante mal al resto de los humanos.

“Gran persona debió de ser el primero que llamó pecado mortal a la pereza”.

Así es como empieza un libro de Mariano José de Larra que además de pertenecer a lo más florido del Romanticismo literario español, era un gran crítico satírico y sus artículos reflejaron perfectamente la España de su época; uno de ellos, de hecho, llega a nuestros días con su significado intacto: “Vuelva usted mañana”.

Se trata de un artículo que estudié durante mis años colegiales, un artículo que me causó un gran impacto y que me despertó una de las carcajadas más sonoras y sin tapujos que he podido hacer en la vida. Y todo era porque encerraba una gran verdad que, aunque empezando a salir de mi cascarón, ya veía que existía.

Cada vez que voy a una institución me viene esta sátira y veo que, aunque las tecnologías nos hacen los trabajos más llevaderos, el ser humano lleva el despotismo del poder en los genes. Porque en realidad es esto lo que ocurre. La supremacía del que tiene el poder en sus manos, frente a los pobres desvalidos, quienes estamos esperando ver una ligera sonrisa en la otra persona. Inútil, no se verá ninguna sonrisa.

Como no quiero alargarme mucho en este tema, que luego mi hija me regaña, voy a intentar a escribir lo más reciente y hacerlo lo más abreviado posible.

Mis padres son mayores, más de 86 años en sus espaldas y gracias a Dios tienen a sus hijas que les llevan a un médico y a otro. Como he comentado en varias ocasiones, mi padre además de mayor es ciego, por lo tanto, no puede leer los 5000 papeles que hay en todas las paredes. Y además, por la edad que tiene, es sordo igual que mi madre.

Están sanos, con achaques, pero con mi madre hemos ido de un médico a otro, desde hace años.

Un dato destacable para entender el contexto de lo sucedido: se están informatizando los historiales clínicos en toda la comunidad de Madrid, salvo en el hospital que a mí me toca, lugar donde se desarrolla esta historia. Como hemos pasado por tantos médicos, citas, pruebas, etc., es difícil retener en la memoria todo lo que en un momento dado se les ocurre preguntar. Pero empecemos por el principio, todo comienza en un día como ayer; bueno, exactamente ayer, a las 9 a.m.

Mi madre empieza a pedir perdón al taxista porque tarda en subir al coche. Yo le digo a mi madre “no te preocupes, seguro que también tiene madre y todos tenemos que llegar a tú edad, esperemos”. Hago que el ceño del taxista se relaje y dentro de mí pienso ¿por qué se enfadará? Cuanto más lenta vaya mi madre, el contador sigue su camino. Pero me imagino que es la impaciencia.

Llegamos al Hospital, queremos ir a la planta 5 Centro. Tengo que decir que este hospital es tan grande que para ir a las salas hay que seguir muchas veces líneas de colores en el suelo (ya lo he comentado en otras ocasiones creo), pero como no se está haciendo mantenimiento, las líneas van desapareciendo.

Como yo poco a poco, también voy cumpliendo años, hago una parada para ir al servicio. Busco uno que ya sé yo que están muy bien porque son menos conocidos. Mi gozo en un pozo, sucio era poco y además sin papel. Las mujeres entenderán lo que significa que no haya papel. ¿Recordáis que estamos a las 9 a.m.? No lo olvidéis.

Queremos subir a la quinta planta. El hospital tiene ascensores en todos los pasillos y pasillos cada 10 centímetros (que no me he equivocado, centímetros, porque hay muchos). Imposible, los ascensores primero no se sabe si suben o bajan; segundo, pasa el tiempo y no se abre ninguna puerta.

Buscamos otros, ¡será por ascensores! Nada, tampoco. No puedo subir por las escaleras con mi madre, si justamente vamos al médico porque le duele una pierna.

Paciencia, insistimos. Para un ascensor, lleno, como el metro en hora punta. Nos empujamos, entramos, pulsamos la planta, no se mueve el ascensor, una señora al final decide salirse porque le estaba dando de todo, se le deja salir, se cierran las puertas, por f… ¡Noooo! Se han borrado los botones del ascensor, nos bajan a los sótanos, volvemos a subir, bien, lo conseguimos, vamos parando piso por piso, bien, ya sólo queda uno… ¡¡¡Noooooo!!! Se borran otra vez los botones y nos vamos a la planta 11. Bueno, ya bajaremos, no pasa nada. Otra vez uno por uno. El de atrás quiere salir, “venga señora salga que me bajo en esta”, vale tranquilo que para que mi madre arranque a mover una pierna tiene que pasar un tiempo hasta que las bisagras funcionen. Planta 6ª, por Dios, no se ve si es la 6ª o cuál, no se ilumina. No sabemos si subimos o si bajamos, por fin, se ilumina la 5ª, cojo a mi madre de la mano y a tirar de ella, que hay que salir antes de que se cierren las puertas, porque hay una señora que se dedicaba a dar el botón de cerrar puertas y la grito, pare que me la como, que es nuestra planta.

Que alegría, estamos en la planta 5 centro. Ahora a buscar reumatología. Un pasillo, no, equivocación. Otro pasillo, parece que sí. Por los pasillos nos vamos encontrando a varias personas mirando lo mismo. Carteles de dejar los volantes en las ventanillas, ventanillas cerradas, aparece una persona, en el quicio de la puerta nos cuenta algo que pasa con las ventanillas pero que ella nos apunta, decimos nombre, y a la sala de espera a esperar, que es lo que hacemos, puesto que no se cumple las citas y eso que estábamos todos. Con retraso nos toca.

La doctora, sin mirarnos la cara, empieza a hacer preguntas; me ha pillado, no me he estudiado bien la lección, no me acuerdo de cuándo empezó a tomar uno de los 20 medicamentos que toma mi madre.La doctora me mira como pensando “pues vaya hija”. Me pregunta ¿Quién se lo mando? Pues no lo sé, pero si es para los huesos, digo yo que el médico de los huesos. ¡Yo no he sido!

Más preguntas, hasta que al final le digo a la doctora ¿pero no está todo en el ordenador? Pues claro, se pone a mirar su expediente y sale todos los médicos, pruebas, visitas, etc., tanto en atención primaria como hospitalaria. Descanso, se acabaron las preguntas. Ahora toca revisión, le habla a mi madre, sorda también, yo le traduzco. Empieza la exploración ¿duele? Sí claro, los gritos que están saliendo de la garganta de mi madre son eso, gritos y no risas. Y mi madre, viendo la cara de limón que estaba poniendo la doctora, vuelve a disculparse y yo ya enfadada le digo a mi madre “tranquila, ella también tiene madre”. Frase milagrosa, nos relajamos todos. Empieza a rellenar papeles, me dice, “lleve estos papeles a secretaría y le dirán dónde tiene que seguir yendo”. Dos pautas más y se acabó. ¿Dónde está secretaría? ¿No es dónde hemos empezado? No, en la otra punta del pasillo. Ahí vamos, mi madre arrastrando la pierna y yo.

¿Se puede pasar? Si, espere a que termine una cosa. No hay problema, termina con tu WhatsApp y luego ya vamos nosotros. En la secretaría me dicen “Esto para la planta 0 centro, esto para la -2 y ahora te doy cita para resultados el 1 de Junio”. Pues nada, nos vamos para seguir por las plantas del hospital. Mientras que espero al ascensor, apunto la fecha en mi móvil y ¡horror! Ese día tiene mi madre otro médico. Me cojo a mi madre y vuelta por los pasillos, pero como nos habíamos movido mucho porque estábamos buscando el ascensor que funciona, me pierdo, sí señores, me pierdo, pasillo para arriba, pasillo para abajo. Mi orientación ya no me funciona. Consigo localizarlas y les pido, muy humildemente que me cambien de fecha, lo hacen y haciendo reverencias salgo de la secretaría.

Nos vamos a la planta cero (no voy a insistir con los de los ascensores), para que nos den hora para unas pruebas. Cógete el número y espera. Muchas mesas y 2 personas nada más, uno se queja, una empleada le da la razón y la otra se enfada con su compañera por darle la razón. Los números no corren porque ellas están discutiendo. Entra una amiguita, sigue sin correr los números. Al final me toca, me da fecha.

Cógete a tu madre y vete a la -2. Como los ascensores nada de nada, le digo a mi madre, ¿te atreves y lo hacemos por la escalera? Pobre, no sólo se atreve, sino que lo sufre. Allá que nos vamos. Cogemos otro número y a esperar. 10 mesas, 4 personas. Miran su whatsaap, hablo con sus compañeros, las batas blancas les toca siempre una mesa, y se van a desayunar que les toca. Después de estar más de una hora y media sentadas en unas sillas de madera, me toca, bien, bien, ya nos vamos mami.

Me dan el resto de las citas y me dice, tiene que subir a la cero para darle el tubo de la prueba. Me paso de lista: “no, no hace falta, sé cómo funciona”. No, vaya, total ya está aquí que además le dirán cómo lo tiene que hacer.

Me cojo a mi madre, hay escaleras mecánicas. Las únicas que hay en todo el hospital. Allá que vamos, pero me despisto y mi madre pisa entre los dos escalones, la sujeto, nos balanceamos, pero consigo que no nos caigamos. Mamá, necesitas revisión con el oculista, otra más para la mochila.

Vamos a la cero otra vez, la dejo sentada y me voy a coger el tubito. Pero había solo una persona atendiendo y había perdido los análisis de los que estaban primero y de ahí no se movían hasta que solucionaran el problema. Media hora más tarde sale otra persona, diciendo que, aunque no era la encargada, que podía dar los tubos de muestra. El que estaba delante de mí, da los papeles, y dice, lo siento, estos no, yo sólo los de 24 horas. ¡¡Bingo!! Yo era esa, me da el bote y “las indicaciones” no las hay, nada de nada. Tiempo perdido.

Por cierto, vuelvo al servicio tres horas más tarde y seguía sucio, bueno más sucio y sin papel.

Yo misma estaba ya saturada, hospital para arriba, hospital para abajo, pasillo para la derecha, pasillo para la izquierda. Leer, leer y leer.

¿Alguien se puede poner en el pellejo de las personas mayores o incluso con dificultades de movilidad?

No quiero alargarme, pero creo que como muchas personas han pasado por lo que yo estoy contando, no hace falta dar menos explicaciones.

Y lo único que pido es más humanidad en el trabajo, y que menos pensar en los sillones, ministerios, acuerdos, pactos o lo que sea, y más dedicarnos a gastar el dinero de todos los contribuyentes en el beneficio del pueblo.

Del pueblo y no de los políticos y/o responsables que se aprovechan de su situación privilegiada para llenarse los bolsillos del dinero de todos los españoles.

¡Basta ya! Trabajen para mejorar nuestras vidas, no para amargarnos la existencia.

Un país con agua es un país rico

Escrito por Liberación 2000. Posteado en El Blog de Carmen

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Esta es la continuación de la frase que decía mi guía gallego mientras conocíamos la Selva Negra, las Cataratas del Rin y La Alsacia, y el fin de la historia de mis mini-vacaciones.

Un país con árboles es un país rico, un país con agua es un país rico. Durante todo el camino, nos lo estuvo diciendo junto con un montón de chistes que no recuerdo, primero, porque soy mala para recordar chistes aunque me gusten, y segundo, porque yo utilizaba el autocar para recuperarme de las noches en ese maravilloso hotel de 4 estrellas y las largas marchas por calles empedradas. Algunas veces, ni siquiera eran chistes sino frases que había oído en algún sitio que visitábamos. Recuerdo que estando dentro de la Catedral de Estrasburgo y estando esperando a que el reloj astronómico comenzara su repiqueteo (pase que era exclusivo para nosotros, pero que se colaron algunas personas), oyó como estas personas decían que se quedaban a ver el reloj “gastronómico”. La verdad es que, a mí también me parece importante saber todas las palabras que en tu cabeza saben el significado, pero que la lengua se empeña a cambiarlas por otras parecidas, y por eso, agradezco las nuevas tecnologías porque puedo buscar los significados y la historia en la Wikipedia (aunque algunas veces también se equivoca, me han dicho). En mi caso, soy de una especie única para cambiar refranes, dichos, palabros, etc.

Nuestro guía gallego se llama “Anntttonio”, lo escribo así pero vosotros imaginaros como llama Melanie Griffith a Antonio Banderas. Era el guía que nos acompañó desde el aeropuerto de Madrid hasta la llegada al mismo aeropuerto. Tenía un problema con los brazos, más cortos pero el jodido tenía unas piernas largas con grandes zancadas. ¿Habéis visto el anuncio de dos perros, uno grande y lentamente caminando y el pequeño yendo muy rápido para ir a la par?, pues así éramos el grupo siguiendo al guía, pero era imposible ir a su lado, por lo que se hizo una cuerda con seres humanos que intentábamos no perder al anterior a nosotros. Digo que se intentaba porque en cuanto hacías una foto había problemas. Recuerdo una vez que me pasó a mí, al mirar para adelante me puse a seguir a un grupo, de repente, oí gritos por detrás, me estaban llamando, se habían metido en una galería y no me había dado cuenta. El otro grupo eran rusos y no me entendían nada de nada.

De vez en cuando mi guía se daba cuenta que estaba solo y volvía a buscarnos. Cuando sabíamos que éramos los últimos de la cola y adelantábamos a alguien le avisábamos “eres la ultima/último” ten cuidado.

En otra ocasión, delante de otra guía oigo como le dice que si quieren un tour en autobús porque había mucho que andar con las calles empedradas, y mi guía contesta que no hacía falta que éramos de senderismo. Sería él porque nadie del grupo pertenecía a ese grupo de valientes que se llama senderistas.

Tuvimos varios guías a cual más original.

Estando en el Museo Regional de la Selva Negra nos acompañó otra guía, tenía varias peculiaridades:

  • Echaba un pie un poco hacía adelante y mientras hablaba inclinaba el tronco como saludan los japoneses, pero ella era nativa de Alemania.
  • Hablaba alaaargannndo lasss palabrassss como una buena germaaaaaanica.

Nos enseñó cómo vivían en la antigüedad en la Selva Negra y llevaba una misteriosa llave en la mano, que tocaba como un rosario mientras agachaba el torso y hablaba paladeando las consonantes. Nos llevó a un molino de agua y con la misteriosa llave, puso en funcionamiento una pequeña puerta que después manualmente abría el agua para que el molino empezara hacer su trabajo. ¡Qué asombroso! – decía. ¡Qué ingenioso! – aplaudía. ¡Pasen y vean como el agua podía moler el trigo, cáñamo para las ropas, etc.!

Estos no han visto los molinos de Asturias decían algunos, y yo, como mi madre es de la Mancha, decía lo mismo pero con los molinos de viento, aquellos que Don Quijote confundió con gigantes, que seguro que eran los teutones buscando ideas.

También nos enseñó la casa de los labriegos y admiré la habitación que tenía tan espaciosa para el matrimonio de campesinos. Envidia que me daba porque recordaba la que me esperaba en el hotel y no quería llegar, la cambiaba ya mismo.

Yo me paré en un telar que había para sacarle fotos porque era igual que el que mi abuelo utilizaba en Cuenca. Porque mi abuelo era tejedor y mi abuela hacia rosquillas y pan que los vendía por los pueblos. Hablando de Cuenca, y recordando las cataratas que he visto, quiero hacer mención al nacimiento del río Cuervo que con menos agua, pero cascadas también. Y ya saliéndome de Cuenca y yendo a Zaragoza ese maravilloso Monasterio de Piedra que no desmerece nada a lo que hemos visto. Eso sí, con más agua. Pero todo tiene remedio, plantemos árboles y conseguiremos agua. Pero esto es otro tema de discusión.

Un día, comimos en la ciudad de los cucos, antes de ver el Cuco más grande de esa parte de Alemania, lo cual no es verdad, porque en el pueblo de al lado es donde está el cuco más grande, pero como donde vamos hay tiendas, de manera muy práctica decidieron que para que los turistas se gastaran el dinero en la tienda se dijera que era ese. Es lo que tiene los alemanes, por el avance monetario, son capaces de estas cosas.

Creo que fue en Schiltach donde después de comer, dimos un paseo para ver cucos. Entramos en una tienda y estando viendo uno muy grande, yo comenté que no me gustaba porque era sobre caza y estaban los animales muertos. En eso que, oigo a una dependienta con traje típico de la zona decirme: “Sobre todo el reno muerto, ¿lo has visto?” ¡Qué alegría! Era española, exactamente de Cádiz. Tenía una alegría en su cara y estuvimos hablando largo y tendido. La chica tenía 2 carreras, creo recordar que 22 añitos, había ido con un contrato de 6 meses para Alemania, estaba muy contenta. Además nos decía que se le pagaba todo el tiempo que hacía de más y que su sueldo estaba en 1200€ y aparte el tiempo que estaba de más. Que le gustaba el sitio y que mejor que en España, que no encontraba nada. El dueño que estaba pendiente, le dije que tenía una buena empleada y para que viera el negocio hice unas compras. Cuando fui a pagar estaba otra compañera también española. Es lo que tenemos, las dos etapas de españoles en Alemania en la historia para ayudarles a levantar su país y mientras tanto, nosotros desperdiciando la fuerza de nuestro pueblo.

El siguiente guía local que tuvimos creo que fue en Colmar. Este era muy gracioso, hablaba fatal el español pero estaba todo el rato riéndose, entre la risa de perro pulgoso y el anuncio del perro que enseña los dientes para que no tenga sarro. Nos enteramos de sus explicaciones porque todos sabíamos francés, sino nos hubiéramos quedado igual que al principio.

En Estrasburgo tuvimos otra guía pero recuerdo poco de ella porque estábamos pendientes de que las gitanas no nos quitaran las pertenencias y ella nos iba avisando. Me llamó la atención la cantidad de ellas (gitanas) que había junto a los turistas y sus guías. Y pensé que si alguien que yo sé, pero que en Alemania ni se le nombra, levantara la cabeza, vaya tortazo que se daría viendo la pureza de su raza aria. En la diversificación está la grandeza.

De esa época sólo hablan para enseñarte como quedaron las ciudades después de los bombardeos realizados a las ciudades alemanas y como las reconstruyeron. He visto muchas fotos de las ruinas pero creo que no he visto ninguna foto de Él. Otro ciclo que les gusta enseñar en fotos es cuando Kennedy y su mujer estuvieron en Alemania y además te puedes hacer una foto como si le estuvieras dando la mano al mismísimo presidente.

En Baden-Baden, tuvimos una guía de origen belga, por lo cual, nos contó la historia de manera que siempre había un belga por medio.

Otra guía que tuvimos fue en Heidelberg pero no tengo nada malo que decir de ella. Lo original de este sitio es que es donde murió el General Patton. Lo que es la vida, éste General combatió en la Primera Guerra Mundial, en la Segunda fue el horror de los Alemanes le apodaban “sangre y cojones” y en este hermoso lugar va y tiene un accidente de coche y muere, aunque ayudado por una bala en el cuello, presuntamente.

En Frankfurt, tuvimos el último guía y, esta vez, era masculino, aunque no se reía como el francés, pero también tenía su aquel. Hicimos una ruta en autobús y nos explicó que su origen era italiano, pero para hacer bien su oficio nos decía que miráramos un bellísimo callejón donde había unos tomando vino de manzana. Dios mío, no saben bien lo que es el vino de manzana, nuestra siedriña está mucho mejor, y además, no sabía lo que era callejones bonitos, tenía que pasear por el Madrid de los Austrias y verá lo que es bonito.

Más o menos al final del tour, el guía nos dijo que nos iba a dar una sorpresa. Llevaba una carpeta en la mano y yo pensaba que nos iba a regalar una foto suya firmada porque estaba todo el tiempo diciendo lo que hacía, lo que había estudiado, los idiomas que sabía, le faltaba decirnos la talla de ropa que utilizaba. Bueno, la sorpresa no era una foto, era que cantaba lírico y nos deleitó con “Oh Sole Mio”. La verdad es que no cantaba mal, pero tampoco para tenérselo tan creído, yo me quedé con la versión que me hizo el gondolero en Venecia mientras paseábamos por los canales y yo me encontraba en el cielo .

Después, nos deleitó con una canción española y se despidió con una alemana.

Al guía gallego le entraron los celos al ver cómo se le aplaudía, y a partir de entonces, nos despertaba de dormir en el autocar con una canción silbada y no con un chiste. Por cierto, silbaba las canciones muy, muy bien.

En todo el viaje, vimos muchos grupos españoles y chinos. En el “maravilloso” primer hotel donde no había aire acondicionado lo compensaba porque tenía wifi.

Pues tampoco, los primeros días nos dijeron que lo estaban petando los chinos y cuando se fueron, yo seguí sin wifi, porque estábamos en la parte antigua del hotel.

Con uno de los chinos me pasó una cosa graciosa. Estábamos en la terraza alargando el momento de irnos a la habitación y me acerqué al hotel a pedir bebidas. En esto que aparece el chino vestido como se ven en las películas antiguas de chinos, le faltaba el sombrero, pero a mí me parecía estar viendo a Bruce Lee caminando a mi lado.

También vimos muchos, muchos hindúes, pero vestidos igual que los ves en los documentales de la India. En una ocasión, en la cola de los famosos servicios de pago y mientras esperaba que saliera mi amiga, entra una hindú vestida con su sari, con su brillante en la nariz y de piel morena. Viendo que había otro servicio libre y que no lo usaba, se lo indiqué, puso – pon o introduce 30 céntimos y ya podía entrar. Me dijo que no llevaba dinero entre tanto ropaje y que pasaría al nuestro. Asombrada todavía de lo que me estaba diciendo, me pregunta de dónde soy. “De España” y puso carada de ¿Qué me estás contando?. Le digo Madrid y sonrío – sonrió ella. Le pregunté lo mismo y yo entendí que me dijo Bali, “¿Bali?” – le repito extrañada. Y me dice: “No, Germany” enfadada. Vamos, mira que soy tonta, si es la típica teutona germánica. Y se mete en el servicio cuando mi amiga sale y esta me mira como diciendo ¿le has dado permiso? Es increíble, ella se enfada porque dice que es Alemana y me deja con la boca abierta y yo me tengo que aguantar que no conozca España aunque sea por el futbol, que somos Campeones del Mundo.

Con esto lo que quiero decir es que, los primeros que se creen que el país es bonito son sus guías, lo que puede ser menos bonito, ellos lo engrandecen, la parte de la historia que no les gusta, la borran tranquilamente. Según la nacionalidad del guía, se pueden cambiar unos hechos históricos. Y además, visitando el extranjero, te das cuenta que es muy importante respetar todas las culturas y que unos más rubios  y otros más morenos, al final, hemos utilizado las herramientas iguales todos y que tenemos unas culturas todas diferentes pero muy interesantes.

La compañía aérea que utilicé tanto a la ida como a la vuelta fue Iberia. Cuando marchaba hacia Alemania, no se me ocurrió mirar la revista que te dejan, pero a la vuelta lo hice. Y, ¿sabéis lo que me encontré? Pues en toda una hoja un jugador de golf y un texto que decía: “disfruta de tu deporte favorito y relájate, Nacex te llevamos el material donde quieras”. Mira como son estos de Nacex, me marcho de vacaciones con esta novedad y me encuentro en una revista de Iberia del mes de agosto la información, me di cuenta entonces que “Adiós a las vacaciones y vuelta a la realidad”.

Carmen Ruiz Atienza

Un país con árboles es un país rico

Escrito por Liberación 2000. Posteado en El Blog de Carmen

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Os voy a contar mis 9 días de vacaciones por Suiza, Alemania y Francia y las experiencias que he tenido directamente en estos países. El título no es mío, es de mi guía, que lo repetía una y otra vez mientras que mirábamos el paisaje dentro del autocar. El guía que teníamos de continuo era gallego, por lo cual, me he encontrado con una persona que sabía una gran cantidad de chistes, que me costaba entenderle porque no terminaba las frases y que sus zancadas eran enormes aunque no era alto, pero estaba acostumbrado al senderismo.

Os pongo en antecedentes con relación a mí:

  • De senderismo nada, nada. Siempre y cuando hablemos de las marchas andando por campo, ciudades, carreteras, etc. Ahora bien, me puedo definir perfectamente como el adjetivo de sedentarismo, es decir, según la definición sería “es una forma de poblamiento por la cual una sociedad (es decir, yo conmigo misma) se establece en un lugar determinado al que pasa a considerar de su propiedad (mi casa)”. Aquí también puedo añadir mi trabajo, y unos cuantos kilómetros alrededor. Pero lo justo, justo.
  • Tengo 51 años, por lo tanto, la menopausia está llamando a mi puerta, esto supone hinchazón del cuerpo, sofocos, y algunos otros maravillosos síntomas que te hacen recordar que lo mismo lo pasaste pero cuando eras adolescente, incluso los granos, pero la diferencia es que ya llevo medio siglo vivido, felizmente vivido. Pero debido a que no soy persona fácil, mi menopausia tampoco lo es, y los cambios hormonales están siendo un poco cansinos.
  • Llevo 6 meses sin fumar, ¡hurra! ¡increíble! ¡maravilloso! ¡engordandoooooo! Y eso que parecía difícil, porque con el apartado anterior parecía que ya había hecho tope, pero nada más lejos de la realidad, todavía se puede uno estropear más. Sobre todo si no se hace senderismo.
  • Además tengo hígado graso, que no se sabe muy bien si también es lo que ha provocado la obesidad o bien se ha deformado proporcionalmente a los kilos asumidos.
  • Las articulaciones no responden a mis órdenes, sobre todo las rodillas, parezco Robocop y necesito Tres en Uno para engrasar.
  • Total, esto supone que en poco tiempo mi cuerpo ha cogido unos 30 kilos de más, y si además añadimos que mido más o menos metro y medio de estatura, hacemos un pan como unas hostias. Eso sí, positiva hasta la medula y feliz, que no haya dudas, que por lo menos respiro y no estoy criando malvas, por lo tanto, ¡estoy divina de la muerte!

Supongo que quién lea esto, a estas alturas, se estará preguntando para qué cuento todo esto. Es muy sencillo: para que mi relato sea más comprensible y nos echemos unas risas entre todos imaginándome en las situaciones que voy a escribir.

Lo primero es que elegí este entorno buscando el fresquito para no pasar el calor sofocante de Madrid. Había estado hace unos años en Suiza, en agosto, y tuve que comprarme ropa de invierno y paraguas. Esta vez, me dirigía a la Selva Negra y la Alsacia francesa y se suponía que se estaría más fresquito.

Para la ocasión, me había comprado unos zapatos-zuecos en GEOX para que mis pies no sufrieran mucho y además ya los tenía usados. Al mismo tiempo, llevaba calzado cómodo y zapatillas BMT, que hacen que trabajen mejor las piernas y la circulación. De ropa, iba más o menos preparada para unas temperaturas fresquitas. Aunque sabía que también había llegado una ola de calor por la Europa central y que estaban cayendo gente por el calor, pensé que no sabían lo que era pasar calor y que mi cuerpo estaba acostumbrado a un calor sofocante y seco. ¡Que infeliz yo! No caí en que mi cuerpo ya no estaba acostumbrada a nada, quizás al aire acondicionado que llevamos en el coche, que tenemos en casa, en el trabajo, en los centros comerciales, en los cines, etc.

Aterricé en Zúrich (Suiza) y me encontré con un calor sofocante y muy húmedo. Después de comer (horario de allí) y ver un poco los alrededores de Schaffhausen, nos metimos en un barquito para acercarnos a las cataratas, y el que llevaba la barca hizo la gracia de acercarnos para ver si nos llegaba un poco de agua a nuestros sudorosos cuerpos. Nos refrescaba un poco, pero en cuanto se retiraba otra vez el calor sofocante. No recuerdo la temperatura que se podía tener, pero más o menos os puedo decir que el problema era la alta humedad, había entre un 60 y 90% de humedad. “Dios, soy de los madriles, la humedad no existe, se ha marchado al olimpo, necesito la sequedad de mi tierra.”

A esas alturas del día, con la misma ropa que llevaba desde las 5 de la mañana, con el bolso sin poder descargar del peso que llevaba, y la temperatura de las 4 de la tarde subiendo junto con la humedad, nos encontramos que empecé a perder los tobillos y las muñecas de las manos eran continuidad de los brazos. Los dedos eran como pequeñas longanizas. En el recorrido por las calles empedradas busqué desesperadamente una tienda de ropa para cambiar mi look. Entré en un establecimiento donde me encontré a una dependienta más o menos de mi envergadura, es decir, con carnes. Mitad alemán, mitad inglés, mitad francés y mitad español, es decir, por señas, le dije que me gustaba su falda, la cual, entre risas me la enseñó sin problemas en su misma persona. Es elástica, se puede llevar de minifalda o de falda hasta los tobillos, por lo cual explico lo siguiente:

  • Al ser elástica, imaginaros como queda con los michelines.
  • Si vale tanto de minifalda como de maxifalda, fijaros donde se pone el resto de la falda cuando la llevas mini ¡¡debajo de los sobacosssssssss casi!!

Pero me decidí a llevarme 2. Al mismo tiempo, cogí una camiseta grande, talla XXXLL de color naranja corporativo y una especie de camiseta-camisola que me llegaba por debajo de las rodillas de la misma talla y del mismo color.

Con la alegría de mis compras, nos fuimos a Offenburg (Alemania).

Por cierto, habíamos pasado 2 veces la frontera entre Suiza y Alemania, esto de que las fronteras no son muy rectas, y nos hicieron pagar (al autocar) más de 80€ por el ratillo que estuvimos. Tengo que decir que, tardamos más en pagar dicha tasa que en estar en la carretera usándola, pero así son las cosas.

Llegamos al hotel en Offenburg, deseando poner el aire acondicionado y descansar los pies, si me los encontraba…, y, ¡sorpresa! El hotel de 4 estrellas no tenía aire acondicionado. Pedimos algo para el calor y nos dieron un pequeño ventilador que encima no se movía, estaba fijo. La habitación era pequeña para dos personas. El armario era de un cuerpo, no había sitio para las maletas, el cuarto de baño sólo tenía ducha, no había bidel, por lo tanto, no podía poner en remojo mis pies. El wáter era súper alto, me colgaban las piernas, no podía estar mucho tiempo sentada. Es el único que he encontrado así, el resto tenían un tamaño normal para mí.

Había unas grandes ventanas y nos comunicaron que podíamos abrirlas enteras, que no entraban los mosquitos. Pues claro, ni los mosquitos quieren estar en esa habitación que hacía más calor dentro de ella que fuera a 40º y con el 70% de humedad. Ni bichos se atrevían a dormir en esa habitación. Y allí estuve 5 días. Sin dormir por la noche del calor y con la paliza del día siguiente viendo sitios.

Y todo esto mientras leía que se pedía que se bajaran los sueldos de los españoles un 10%, y ellos son capaces de dar a un hotel la categoría de 4 estrellas cuando ni siquiera tienen ningún plan para el calor y cuyo desayuno y cena dejaba mucho que desear.

Los españoles somos un pueblo un poco acomplejado, siempre lo de otros países es mejor, pero no es verdad. Nuestra comida es inmejorable, nuestras carreteras de momento gratuitas (aunque parece que le queda poco), nuestros hoteles a cual mejor, la atención del personal insuperable. Ellos cobran hasta para ir al servicio en zonas públicas, pero el problema es que como apures el tema, te puedes encontrar que o tienes 30 céntimos o no entras al servicio. Pero me han llegado a pedir 70 céntimos que incluía una limpieza a su manera, que os juro que tenía necesidad, pero después de pagar los 70 céntimos y ver lo que estaban haciendo mi primera intención era salir corriendo. Me explico: la señora cogía un cacho de papel, se ponía delante de la persona que le tocaba entrar, ella entonces entraba primero y limpiaba la taza del wáter (hasta aquí bien), el problema que se iba a otra puerta y hacía lo mismo con la siguiente pero UTILIZABA EL MISMO PAPEL…. Dios increíble pero cierto. Era el motivo por el cual era más caro: limpieza personalizada.

Al día siguiente, y debido al calor, estrené mi conjunto de vestido butanero. Como me había hecho daño el día anterior en el pie, puesto que todo la parte delantera era una rozadura ya que el pie empezó a crecer y a crecer por el calor y rozó el zapato de GEOX que transpira por abajo pero no por arriba, me puse unos calcetinicos rosas. Imaginaros la situación: bombona de butano (naranja) andando por las calles de las alemanias, con unos calcetines rositas, unos zapatos BMT que son como barcas, grande, grande. Los pies ya eran de elefantes, las manos y brazos como los de Sansón y se me veía una pequeña cabeza, y no porque la tenga pequeña sino porque en comparación con el cuerpo era como la de una tortuga.

No creáis que exagero, tengo el recuerdo permanente que me hizo mi amiga. Me preguntó ¿te hago una foto? Yo dije sí claro, voy a tener un recuerdo de los canales. Me la hizo ¿estoy bien aquí? Perfecta. Me hace dos por si no me gusta la primera. Yo creo que has salido muy bien. La miro, miro a mi amiga y pienso que no necesito enemigos, pero claro, es pasión de amiga. La pienso imprimir y ponerla en la puerta de la nevera. Si con esto no adelgazo, tened la seguridad que nunca lo conseguiré.

Bueno, como es largo contar todo lo que me ha pasado, lo dejaremos para otra entrada, pero el fin de todo esto, es (aparte de reírnos de nosotros mismos) que tenemos que tener más seguridad en nuestro pueblo, en nuestra gente, en nuestras instalaciones, en todo y que prefiero mi España y sus gentes que todo aquello que he visto, que sirve para culturizarme y apreciar lo que tengo más cerca.

Carmen Ruiz Atienza